"Cuando veo al país sumido en un pantano de rencor vivo, de mediocridad, de ramplonería, en el que la belleza y la decencia brillan por su ausencia, me pregunto ¿cuál es la causa profunda de nuestra decadencia, decadencia que es mucho más que una simple desaceleración económica?".
Cuando veo al país sumido en un pantano de rencor vivo, de mediocridad, de ramplonería, en el que la belleza y la decencia brillan por su ausencia, me pregunto ¿cuál es la causa profunda de nuestra decadencia, decadencia que es mucho más que una simple desaceleración económica?
¿Dónde quedó el Chile imaginado por Andrés Bello en su prosa serena e iluminada en la que vislumbró que en algún punto todas las verdades se tocan? ¿Dónde la sencillez y pureza de Violeta Parra cantando la diferencia que "va de lo bueno a lo malo"? ¿Estoy diciendo acaso que todo tiempo pasado fue mejor? No. Estoy diciendo que hubo un tiempo en que Chile tuvo un ser propio, un tiempo con más pobreza, es cierto, pero vertebrado por una ética y una estética propias. Nuestro drama: que nos hemos convertido en un país aspiracional que, además, hace mal las cosas que imita y a las que aspira. Un país de generaciones criadas en tiempos del dinero fácil y la usura. De ahí vienen los Chang, las Compagnon, los Penta, nuevos ricos sin referencias éticas que admirar, sin sentido estético de la medida (tan presente en la sabiduría popular). Ellos no fueron criados en la gran escuela de la austeridad chilena. Ellos huyeron de donde venían y de lo que se avergonzaban: la provincia profunda. Y la provincia es la reserva moral de Chile. De ahí vienen nuestros poetas.
Ahora somos más ricos, pero más indigentes desde el punto de vista del espíritu. Y cuando digo "espíritu" no hablo de abstracciones idealistas, sino de raíces, raíces reales, tangibles, vivas. Nuestra sabiduría y nuestros cantos. Todo eso que nos han transmitido grandes maestros como Fidel Sepúlveda, Margot Loyola o Gastón Soublette. No los hemos escuchado, claro. En el documental "Chicago Boys", uno de los ideólogos del economicismo avasallador que dejaría su impronta indeleble en el alma del país cuenta que al irse de Chile en la década del 70 y despegar el avión miró desde el cielo y vio un "montón de rucas" y pensó "eso somos, un país de mierda". Así lo dice, con todas sus letras. Se agradece la honestidad brutal del miembro de un grupo de economistas muy bien preparados en su área, pero desarraigados completamente de un país al que no amaban y que transformarían después en un campo de experimentación de sus teorías revolucionarias (como lo hicieron, en el otro extremo, también algunos iluminados de izquierda).
Ahora somos más ricos, pero más indigentes desde el punto de vista del espíritu. Y cuando digo "espíritu" no hablo de abstracciones idealistas, sino de raíces, raíces reales, tangibles, vivas. Nuestra sabiduría y nuestros cantos. Todo eso que nos han transmitido grandes maestros como Fidel Sepúlveda, Margot Loyola o Gastón Soublette. No los hemos escuchado, claro. En el documental "Chicago Boys", uno de los ideólogos del economicismo avasallador que dejaría su impronta indeleble en el alma del país cuenta que al irse de Chile en la década del 70 y despegar el avión miró desde el cielo y vio un "montón de rucas" y pensó "eso somos, un país de mierda". Así lo dice, con todas sus letras. Se agradece la honestidad brutal del miembro de un grupo de economistas muy bien preparados en su área, pero desarraigados completamente de un país al que no amaban y que transformarían después en un campo de experimentación de sus teorías revolucionarias (como lo hicieron, en el otro extremo, también algunos iluminados de izquierda).
Mi tesis (o intuición, para "no mandarme las partes") es que la raíz más profunda de Chile es la poesía. La poesía dice de nosotros mismos más de lo que nosotros mismos sospechamos. Hemos sido un país inculto (desde el punto de vista de la "alta cultura", si nos comparamos con Argentina, por ejemplo), pero poético. Esa es nuestra luz propia, ese es nuestro suelo. Ahí es donde debemos buscar los fundamentos de una nueva república, no en el positivismo decimonónico que duró todo lo que tenía que durar.
FUENTE: BLOG EMOL
Siempre sus artículos no hacen pensar. Hace una crítica fuerte, profunda, pero respetuosa, elegante, sin herir, de cómo nuestra sociedad chilena va en bajada en sus valores, principios, aspiraciones, virtudes. En Algarrobo mismo, es ya desesperanzador ver una comunidad que está manejada y controlada por la deshonestidad de la corrupción y nadie dice nada, pasan de largo o miran hacia el lado.
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