Nápoles, Roma y Milán son algunos escenarios de
esta nueva aventura del capitán Alatriste. Acompañado del joven Íñigo Balboa, a
Alatriste le ordenan intervenir en una conjura crucial para la corona española:
un golpe de mano en Venecia para asesinar al dogo durante la misa de Navidad, e
imponer por la fuerza un gobierno favorable a la corte del rey católico en ese
estado de Italia.Para Alatriste y sus camaradas el veterano Sebastián Copons y
el peligroso moro Gurriato, entre otros, la misión se presenta difícil,
arriesgada y llena de sorpresas. Suicida, tal vez; pero no imposible. La obra
resulta francamente muy entretenida, a ratos de mucha tensión, a ratos incluso
divertida...Nunca, en los últimos 50 o más años, había leído una obra en
español, en la que me encontrara con no menos de 20 palabras que no
conocía...!!! Aparte de muy buen escritor, Pérez-Reverte es miembro de la Real
Academia de la Lengua Española...y se nota... Eduardo Trucco
Boletín literario preparado por Eduardo Trucco B., en cual comenta obras
literarias de actualidad. Al igual que las demás publicaciones, el lector tiene
la oportunidad de compartir sus opiniones usando nuestro espacio de
“Comentarios”, ubicado al pie de cada publicación. Eduardo Trucco
Burrows, es abogado de la U. de Concepción. Reside en Algarrobo, en el
condominio “Campomar” (camino a Tunquén).Ha estado ya casi dos años
interviniendo por la defensa y protección de los ecosistemas de la playa de
Tunquén, contra la invasión de inmobiliarias y demás personas que no tienen escrúpulo
alguno en destruir toda la playa, el humedal y el santuario de la naturaleza.
Lo que se presenta es un trabajo sencillo: leer obras escritas en español,
subrayar lo que nos parece interesante, bello, atractivo, divertido o
sorprendente; enseguida, haciendo una cuidadosa selección de todos los párrafos
que se ha subrayado, se traspasan las citas – generalmente sin comentarios – al
boletín.
BOLETÍN N° 222: Selección de párrafos.
EL PUENTE DE LOS ASESINOS”. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. Santillana Ediciones Generales, 2011.
(Impreso en Chile, 1ª edición). Español. Periodista, reportero de guerra,
escritor de novelas, miembro de la Real Academia Española. Novela ambientada en
Nápoles y Venecia, siglo XVI.
1. – Dios ciega a quien desea perder –
masculló el moro, entre los dientes apretados por el dolor. Pág. 12.
2. …habitan
una tierra áspera, estéril, que los hace rudos, cerriles y ladrones a más no
poder. Pág. 14.
3. Él solo bastaba para deshonrar a un duque.
Pág. 16.
4. Su aspecto recordaba a esos cuervos
siniestros a los que sueles encontrar junto a jueces e inquisidores,
escribiendo renglones que no tardarán en complicarte la vida. Pág. 17.
5. …aunque el fondo de sus pensamientos, con
aquella estoica serenidad que lo caracterizaba a la hora de encarar la vida y
la muerte o considerar los actos de los hombres, seguía siendo un misterio para
mí. Pág. 19.
6. (refiriéndose a Venecia) – República
parásita – continuó diciendo Quevedo -, aristocracia de mercaderes, vive de
promover disturbios a otros… Es gente sin más religión que su interés. Pág. 27.
7. Entonces recordó el viejo refrán: cuando a
un soldado le dan de beber, o está jodido o lo van a joder. Pág. 31.
8. …pues la juventud, como es sabido, muchas
veces gana en alientos lo que pierde en prudencia. Pág. 33.
9. En el perfil tostado y aguileño, la
claridad del día y el reflejo del sol en el mar le aclaraban aún más la mirada.
Pág.35.
10. Siguió otro
silencio, breve, durante el que don Francisco y el capitán Alatriste se miraron
a los ojos con la inteligencia de su vieja amistad. Pág. 41.
11. Una sonrisa leve,
un punto fatigada, aderezaba de melancolía el comentario.
12. Podría estar en tu
lugar, quizás. O tú en el mío. Todo es cuestión de qué naipes tocan en la
grasienta baraja de la vida. Pág. 51.
13. Que, si cual suele
decirse, el hombre donde nace, la mujer donde yace y la puta donde pace, en
torno a la silla de Pedro pacían más meretrices que frailes; y entre ellas, no
pocas españolas. Pág. 53.
14. Admiré al paso
varios rostros muy agradables, confirmando el viejo dicho soldadesco: cara
romana y cuerpo sienés, andar florentín y parlar boloñés. Pág. 55.
15. Estaba más flaco.
Envejecido, quizás. La vida no parecía haberlo tratado bien. Mostraba estragos.
Pág. 65.
16. Antes de tomar a
la izquierda, hacia la plaza llamada del Paradiso por su posada famosa, se
volvió hacia mí, haciéndome notar que allí mismo, junto a la fuente que ocupaba
el centro del campo dei Fiori, había muerto hacía veintisiete años, quemado en
la hoguera, el dominico Giordano Bruno, entregado al papa por la Inquisición
veneciana… Pág. 73.
17. Y concluí con
amargura que ciertas fanfarronadas se esfuman viajando, y que cada cual tiene
las ciudades y la memoria que se merece. Pág. 76.
18. Pero nosotros no
éramos filósofos, sino hombres moviéndose por el territorio incierto y hostil de
la vida… Pág. 93.
19. Hizo una pausa
para mirar a los presentes, asegurándose de que todos habían penetrado el
sentido último de sus palabras… Pág. 95.
20. La mayor parte de
esas sumas, como de costumbre, acabaría en bolsillos particulares, bien lejos de
quienes realmente iban a jugarse la gorja y la vida en el golpe de mano. Pág.
101.
21. – No tengo opinión – dijo, tras un silencio -.
Y cuando la tengo, me la guardo. Pág. 104.
22. Si es quien
imagino, sabe matar – concedió.
23. – Si está
dispuesto a entrar, es que sabe cómo salir – Alatriste se encogió de hombros-.
De eso estoy seguro.
24. – La frase es linda. Pero metidos en
lindezas, se me ocurre otra: en asuntos de guerra es peligroso vivir de la fe
ajena. Pág. 106.
25. La insolencia iba
templada por el debido respeto.
26. Alguien dijo, o
escribió, que en aquellos tiempos famosos y terribles los españoles peleamos
todos, desde nobles hasta labriegos. Y era cierto. Pág. 110.
27. No era nuestro
amigo hombre de muchos verbos, aunque sí de ésos observadores y sentenciosos
que, a manera de viejos campesinos, son capaces de resumir complejos
pensamientos en breves dichos, fruto de una experiencia que no está en los
libros sino en la vida, el paisaje y el corazón del hombre. Pág. 113.
28. …y se persignaban
con la misma soltura que blasfemaban. Pág. 116.
29. Siempre firmes,
siempre silenciosos, sin otra esperanza que morir respetados y matando. Pág.
121.
30. …había procurado
familiarizarse con los principales puntos de referencia en aquella ciudad pasmosa,
intrincada, laberinto de islas, canales y callejones suspendidos entre mar y
cielo. Pág. 126.
31. Rodeada de
enemigos por todas partes, insidiosa ella misma por encima de todo, endogámica
en el uso del poder, dominada por familias patricias según estrictas reglas
internas, Venecia era una araña hecha a tejer su tela con prudente inteligencia
y sin escrúpulos. Pág. 128.
32. Educado a sí mismo
en el despojo de la guerra y los desastres, se aderezaba con poco: cama si la
había, una mujer en ella cuando era posible, y una espada con la que labrar el
sustento. Pág. 129.
33. Morena y de buena
cara, hermosa todavía, con maneras y educación útiles a su oficio, tenía origen
español – los Tajapiedra eran judíos expulsados más de un siglo atrás. Pág.
131.
34. Mujer segura y de
toda confianza, había añadido el funcionario con el aire hermético de quien
calla mucho más de lo que dice. Pág. 132.
35. La linde entre
dinero, lealtades y oscuros motivos personales era siempre difícil de
establecer, sobre todo en la tornadiza Italia.
36. La noche anterior,
sin otra excusa que un movimiento negativo de cabeza y una sonrisa cortés bajo
el mostacho, había rechazado los servicios de una mujer de linda cara y mejor
talle que la patrona había enviado a su cuarto con el mensaje expreso, verbal,
de que cuanto había debajo del camisón, el cordón de cuyo escote venía
prometedoramente suelto, era gentil cortesía de la casa. Pág. 133.
37. – Tengo la cabeza en otras cosas, señora.
Aunque agradezco el detalle.
Decía la verdad. No era de quienes hacían
ascos a una mujer hermosa, y la de la noche anterior entraba en esa categoría.
Pág. 134.
38. Sin duda había
sido una mujer muy hermosa. Lo seguía siendo: a punto de madurez, aunque
todavía en sazón. Pág. 136.
39. Sólo el necio veo
ser / en quien remedio no cabe, / porque pensando que sabe / no cuida de más
saber. Pág. 138.
40. Sin plantearse
preguntas ni esperar otra cosa que ser fiel a su destino, junto a compañeros de
vida y muerte que él mismo, libremente, había elegido. Pág. 139.
41. Los que no reían
eran sus ojos, fijos en mí.
42. Que no terminaban
siendo otra cosa que la compleja aritmética de sumas y restas entre lealtades y
vilezas. Pág. 148.
43. Antiguo embajador
en Turín y Roma, Riniero Zeno era hombre honrado, o al menos todo lo honrado
que podía ser un veneciano. Pág. 151.
44. Aquí se traiciona
como se respira. Pág. 153.
45. La vida y sus
lances le habían enseñado a situar a las personas por lo que callaban, en vez
de por lo que decían. Pág. 167.
46. Había fronteras,
concluyó, que todo hombre era capaz de cruzar en cualquier momento de la vida.
Pág. 169.
47. Que, cual solía
decir don Francisco de Quevedo, y no era el único, en cierta clase de mujeres
la hermosura sin desvergüenza es vianda sin sal. Pág. 188.
48. …pero su ida me
desveló hasta el punto de que acabé dando vueltas bajo la manta, entre sábanas
arrugadas que conservaban el calor y aroma de mi ardorosa ausente. Pág. 189.
49. Todos ellos –
incluidos los filósofos – mataban y torturaban de lejos, por mano interpuesta.
Pág. 203.
50. No le gustaba
imaginar a Livia Tagliapiera en manos de los zaffi, los temibles esbirros de la Inquisición veneciana. Pág. 209.
51. Solían tener ojos
tristes, que a veces se tornaban peligrosos. Ojos de venganza. Pág. 210.
52. Era absurdo
renegar de lo evidente. Si algo sabía aquella mujer, era mirar. Pág. 211.
53. De nuevo era dueño
de sí, como siempre. Pág. 212.
54. Cada hora aquí
acrecienta la sensación de peligro. Da mucha pesadumbre no fiarse de nadie.
Pág. 227.
55. – Toda mujer engaña – tradujo -. Y todo hombre
muere. Pág. 247.
56. …lo suficiente
para saber que el fuego, el hierro y el tiempo lo destruían todo tarde o
temprano, y que obras con ambición de eternidad se venían abajo en un instante,
derribadas por los males del mundo y los desastres de la guerra. Pág. 255.
57. – Dudo que la fama
os importe un carajo. Perro viejo no ladra a la luna. Pág. 259.
58. - Me asombra
vuestra sangre fría, señor Alatriste. De justicia es que os lo diga.
- ¿Y por qué ha de asombraros?... Espada
tengo. Lo demás, Dios lo remedie. Pág. 276.
59. Me miraba, aunque
el tono era pensativo. Íntimo. Se habría dicho que mi presencia removía en sus
adentros la certeza de esa dificultad, y yo era el único obstáculo entre él y
su perfecta indiferencia ante el Destino. Pág. 286.
60. – Nunca olvides
las reglas. Las propias… En gente como nosotros, es lo único a lo que acogerse
cuando todo se va al carajo. Pág. 289.
61. – Tuve hogar y una
daga. Conozco la esgrima, la gramática, las cuatro reglas y algo de latín. Sé
escribir con buena letra, a veces leo libros y he visto mundo… ¿Qué más puede
pedir el huérfano de un soldado de Flandes? Pág. 290.
62. El recuerdo de
aquel hermoso cuerpo, recorrido hasta sus más íntimos secretos, la causaba una
sensación de profunda nostalgia… Pág. 294.
63. El capitán
Alatriste miró a su viejo camarada como si le penetrara sin dificultad el
pensamiento, y una sonrisa de mutua inteligencia afloró más a sus ojos que a su
boca. Pág. 300.
64. Puesto que no
había elección, quise consolarme con el viejo dicho soldadesco: la muerte sigue
al que la huye y olvida al que la enfrenta. Pág. 303.
65. No era momento de
entibiarse en nada ajeno a lo inmediato. Pág. 306.
66. Que nadie se
perdió nunca por mirar dónde pone los pies, y algunos fían tanto del valor que
olvidan la prudencia. Pág. 309.
67. Mientras se
acercaba al italiano, Diego Alatriste sintió que ese paisaje desolado le
enfriaba más el corazón, infiltrándose entre sus ropas y su carne. Tiñéndole el
pensamiento, la voluntad, de una gris melancolía. Pág. 341.
68. Sólo concentración
absoluta: crispación profesional que el cuerpo atento, adiestrado, vigilante
pese a la fatiga que hacía mella en ambos, prolongaba en la hoja de su espada y
en el filo de su daga. Pág. 348.
1-7-2016/ET
La frase 21. – No tengo opinión – dijo, tras un silencio -. Y cuando la tengo, me la guardo. Me da la oportunidad para resaltar a lo que hemos llegado. Nada nos llama la atención, somos indiferentes a todo, somos cosas, mercadería, y no personas. Somos consumidores y no ciudadanos. No decimos nada, Pobre humanidad de idiotas. Ya no leemos ni comentamos, no porque no entendamos, sino porque no se gana nada con comentar. Por eso me gusta este diario, por que los lectores opinan, comentan, critican. Del libro, parece que se filmó una película en España para la tv ¿alguien puede dar una pista?
ResponderEliminarGracias Eduardo por colaborar con la educación, lectura y cultura
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