A veces creemos que otros son los constructores de muros
y no nosotros mismos. Como si cada uno no fuese albañil de muros. Algunos
pueden rodearse de un muro para decir que son diferentes a otros, que no son
como los otros
Bernardo Donoso Riveros.
Ingeniero Comercial
Ex rector de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso,
actual Profesor PUCV
Si hacemos
el ejercicio de construir una lista de palabras dominantes de la conversación,
de los escritos e ingrediente principal de las redes sociales, encontraremos
que la palabra muro acompaña a las decenas que reflejan los tiempos actuales.
Decenas que tienen una dinámica, algunas desaparecen lenta o rápidamente, otras
ganan una posición abrupta o sutilmente. Algunas se incorporan espontáneamente,
otras son empujadas al estrado por intereses variados, nobles y otros más
utilitarios.
Su
"existencia" tiene duración variada, pero generalmente prima bastante
lo efímero, como pasa en tantos aspectos de la vida actual en que el descarte
gana estatus de valor. Muro está presente desde lejos y desde dentro, mucho
impulso le da la actual política estadounidense, aunque para ser justos también
la caída de un muro representó la unión de mundos, cuando un mismo pueblo
separado vuelve a ser uno nuevamente.
Tal vez
nadie está exento de usar la palabra en una gama de significados que superan el
sentido del muro concreto. Más bien el muro nos sirve para la metáfora, la
parábola, la analogía. A veces creemos que otros son los constructores de muros
y no nosotros mismos. Como si cada uno no fuese albañil de muros. Parece
razonable afirmar que una explicación de su existencia es defensiva: evitar la
invasión o ingreso desde el exterior como las antiguas y nuevas murallas.
También evitar que los que están dentro puedan dejar su lugar, privándoles de
la libertad de movimiento. La libertad es tocada por estos ladrillos. El miedo
explícito u oculto subyace en los constructores. También hay muros invisibles y
efectivos que pueden enceguecer impidiendo ver desde otro ángulo la realidad.
También
algunos pueden rodearse de un muro para decir que son diferentes a otros, que
no son como los otros. Da la impresión que ello sucede en el mundo político,
donde el muro invisible -pero declarado- certifica la condición de impoluto.
Afuera están todos aquellos coludidos en las malas prácticas. Adentro los que
representan el nuevo mundo. Hay muros generacionales, donde desde cada lado se
ve la desventaja del otro. La experiencia despreciada por inútil e ineficaz
para alcanzar el paraíso. La inexperiencia como riesgo destructivo de lo
alcanzado. Más aún, a un lado pueden haber viejos-jóvenes que han aprendido de
sus errores y al otro jóvenes-viejos que van al futuro abrazados a los errores
del pasado.
Otros muros
son necesarios como las barreras sanitarias que cuidan de la salud de un
pueblo, controlan las pandemias, protegen la agricultura de las pestes que
cruzan las fronteras desde el aire, desde el mar y desde la tierra. Muros que
tratan de impedir la destrucción de las personas por el ingreso de la droga que
corrompe todo y mata el espíritu. Muros que contienen las aguas y las guían,
que ponen resistencia a las avalanchas que traen muerte y destrucción. Muros
que son morada para la persona para convivir con la naturaleza y bajo ese techo
hacer su familia y cultivar los valores que sostienen la humanidad. Muros que
soportan los puentes para transitar al encuentro de la hermandad y el progreso.
Muros para sentarse a mirar el amanecer y el atardecer de hoy.
Fuente: Diario El Mercurio de Valparaíso, edición impresa,
domingo 5 de marzo 2017
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Buen articulo que en el caso de Algarrobo se aplica en el sector de la población originaria (nacidos) y avecindados o casados con originarios, y que son los que sienten y actúan como dueños, bajo NOSOTROS y colocan un muro divisorios con los OTROS, los afuerinos.
ResponderEliminarporque no podemos defender nuestro algarrobo? acaso los otros no nos discriminan y miran en menos?
EliminarPorque somos un país, TODOS somos parte de la nación. Usted está equivocado, debe . Todo quien viva o tenga una propiedad en Algarrobo tiene igualdad de trato y derechos, como también responsabilidades. La ceguera suya va contra el sentido del bien común y del desarrollo de la Comuna. Si noah cambio, llegarará la hora en que se quedarán solos viviendo de l asistencialismo del Estado a través de los aportes municipales o bien, vendrá una reacción en que despertarán a los 30 mil posibles electores de los "Otros" y ustedes serán una minoría.
EliminarSeñor Anónimo, me gustaría debatir sobre su opinión, pero para eso es necesario saber quien es Ud. Identifiquese, no tenga miedo.
EliminarDon Fernando López escribió este comentario (parcial) en otro artículo de esta publicación: "No entiendo el seudo-conflico: originario/afuerino, que continuamente aparece en las discusiones, de cualquier tipo para establecer las posiciones en conflicto, siempre planteado por alguien que parece atribuirse orígenes neolíticos en la región y para quien la antigüedad constituye grado.
ResponderEliminarLes recuerdo que el pueblo originario en estas costas eran los indios Changos. Este pueblo nómade se considera extinto por lo que si hay algún descendiente que pueda demostrar su relación con esta etnia seria un enorme hallazgo antropológico, y por supuesto un reconocido personaje"...
Aprovechando el impulso, le cuento al Sr. López que su teoría cabe perfectamente en la mayoría de las debacles humanas que se repiten y replican en todo el planeta desde los tiempos de Caín y que comienzan con pequeñas cosas cargantes, pequeñas tonteras, verbosidades altisonantes y divisionismos absurdos, como que te acusen de robarte las aguas del Silala sin importar que sea el propio río -y por una simple cuestión de gravedad- el que lleva sus aguas al territorio del "ladrón".
En realidad, cualquier bobada es buena para encender conflictos. De hecho, hasta la tensión de un partido de futbol alcanzó para desatar una guerra como la que duró 100 horas entre Honduras y El Salvador.
Sin embargo, siempre será bueno que aparezcan personajes que saquen del ropero esas emociones soterradas que les sirven a algunos “oriundos” y “allegados con identidad de locales” de pretexto para menoscabar al "afuerino". Al final, esos afanes se caen por su propio peso y queda establecido lo que usted señala: la localía ancestral algarrobina proviene de raíces aborígenes, tal como las de otros pueblos aquí, allá y acullá en el resto de este país, en este continente, en este planeta y, a no dudarlo, en esta galaxia.
La mayoría de los algarrobinos no son más que advenedizos allegados, lo demás pura chachara
EliminarPerdón, me fui por otro camino y en referencia a este interesante artículo sobre los muros que todos construimos para satisfacer el Ego que nos domina o para defender nuestro derechos o para que nos sirva de escudo en contra de los delincuentes. En estos tiempos que corren, los muros son imprescindibles. Es cosa de ver las casas de Algarrobo: no hay casi ninguna que no tenga fornidas rejas de hierro. Las ferreterías ganan dinero vendiendo cadenas, candados y esos feos alambres concertinas con púas como cuchillos.
ResponderEliminarAsí, y en tales condiciones de "hermandad", los muros que se derrumban traen aparejados nuevos muros para separar las aguas de los recién "liberados". El muro y la reja son parte de nuestra convivencia. Abrirse a la calle sería un gesto de ingenuidad suicida.
Lo que narra el autor de este artículo: "...Muros que son morada para la persona para convivir con la naturaleza y bajo ese techo hacer su familia y cultivar los valores que sostienen la humanidad...", es un poema, una mención del paraíso que, en las afueras de la ciudad de Algarrobo, es aún factible de alcanzar.
Me registro como anonimo porque no voto ni me interesa la politica, me interesa la pega y la buena paga y para eso en algarrobo hay que astuto y pillo sino te mueres en el intento
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