Artículo de columnista
de El Mercurio de Valparaíso publicado hoy y que que interpreta la linea editorial de "Algarrobo Digital"
Lamento los
malos ratos que los nuevos inmigrantes están pasando en un Chile que pretende
lucirse como país moderno en el mundo. Confío en que los "amigos
forasteros" superarán con paciencia y sabiduría estos alardes que
recuerdan el apartheid sudafricano o la Guerra de Secesión estadounidense
Patricia Stambuk M. |
Patricia Stambuk
Mayorga
Periodista,
Escritora, Investigadora de
Memorias Históricas Contemporáneas,
Academia
Chilena de la Lengua
La manía clasista y racista de
chilenos que hoy se extravían y aturden en la foresta urbana del nuevo rico,
olvidando a sus abuelitos migrantes, de botas, picota y pala, me perturba y
avergüenza. Revela el poco mundo que tienen quienes creen que por conocer
París, ir al Caribe, vivir en un barrio caro o saber algo de gastronomía
internacional ya pueden dictaminar lo que es bueno o malo para la sociedad. Los
frecuentes testimonios de los inmigrantes americanos, en especial los de piel
oscura, sobre el rechazo y las descalificaciones que sufren en el país, hablan
de ignorancia, insensibilidad y mente estrecha. No digo provincianismo, por
respeto a los provincianos.
Provengo de una región donde
ser inmigrante o hijo de inmigrante ha sido tan natural como no serlo. Si me
preguntan qué diferencia hice o aprecié entre los chilenos que habían llegado a
Magallanes desde otras regiones del país y los que descendíamos de extranjeros,
no tengo respuestas. Mis amistades de infancia eran tan variadas como los
árboles de un bosque.
Una dinámica incorporación de
extranjeros de origen europeo alcanzaba su "equilibrio geopolítico"
con los numerosos chilotes-huilliches que llegaban a Punta Arenas con distinta
historia, tradiciones y costumbres. El viaje desde sus islas lluviosas era
mucho más breve, pero en lo esencial eran tan migrantes como los del Viejo
Mundo. Las dos etnias australes originarias sobrevivientes no eran parte de la
sociedad local. Vivían en zonas marginales, con escaso contacto.
Con estas ínfulas de
territorio internacional que pocas regiones del país pueden lucir en sus
historias locales -incluida la Metropolitana- se formó un tejido social
singular, donde por lo general nadie miraba en menos o en más al otro,
existiendo no obstante como sustrato cierta tendencia a situar en una posición
de mayor jerarquía al europeo.
Había en la zona austral un
sentido real de comunidad entre personas provenientes de un mismo país y
región. Se reunían en clubes, sociedades y mutuales para recordar, divertirse y
ayudarse. Eran españoles, croatas, italianos, alemanes, ingleses, escoceses,
suizos o griegos. Y chilotes. Si a alguien se le hubiese ocurrido hacer un
encuentro gastronómico de todas las nacionalidades y regiones, con sus
tradiciones tan próximas en la memoria, hubiéramos tenido una buena tajada de
mundo en la mesa.
Me agrada ver los rostros
distintos de nuestros más recientes inmigrantes en nuestra tierra, y lamento
los malos ratos que están pasando en un Chile que pretende lucirse como país
moderno en el mundo. Confío en que los "amigos forasteros" superarán
con paciencia y sabiduría estos alardes que recuerdan el apartheid sudafricano
o la Guerra de Secesión estadounidense. Los nuevos inmigrantes nos ayudarán a
evolucionar.
Fuente:
Diario El Mercurio de Valparaíso. Edición 05 Octubre 2017. Página # 10
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ResponderEliminarComparta la opinión de la periodista y felicito al diario. Es una tema y una situación que debemos afrontar con valores de solidaridad y no olvidar que hay influencia en nuestra patria de los inmigrantes
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