Artículo de Opinión
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ni la línea editorial de este Diario)
Por
qué todo algarrobino exige el fin de la concesión a la Cofradía
y
que la Isla vuelva a ser Isla
40 años atrás ..... |
Por Pablo Salinas
Algarrobino, artista y
pintor
Contrariamente a lo que algunos, o quizá la
mayoría, crean, hace 40 años en Chile asuntos como la conciencia
ambiental y la defensa del patrimonio natural -hoy
relativamente en boga- ya existían, y formaban parte de la agenda intelectual y
valórica de no pocos ciudadanos. Se podría decir incluso, que, con figuras
como Juan Grau y Godofredo Stutzin plenamente
activas, existía cierta trama institucional incipiente en materias de
conservación y ambientalismo. La información circulante era menor a la que
puede haber ahora, y el acceso a esta mucho menos expedito, pero los criterios
esenciales sobre la materia ya habían alcanzado cierto grado de penetración en
la sociedad.
El mejor ejemplo de esto es lo que pasó en 1977 en Algarrobo, cuando en plena
dictadura, uno de estos pioneros, el doctor Grau, logró instalar el
caso de un islote poblado de pingüinos, amenazado por la construcción de un
club de yates, en la primera plana de diarios y noticiarios. En una época donde
la libertad de expresión figuraba en la última fila entre los derechos civiles,
un simple vecino tuvo la en más de un punto osada iniciativa de alertar
públicamente respecto a un ambicioso proyecto náutico auspiciado por
figuras encumbradas en lo más alto del escalafón de la Armada, entre estas,
nada menos que el almirante Merino. Contra todo pronóstico, su iniciativa
no solo prosperó, sino que alcanzó un nivel importante de adhesión a nivel
nacional, provocando más de un temporal inconveniente en el avance hasta
entonces avasallador del proyecto.
Toda mi vida he estado vinculado a Algarrobo. Hasta los veinte años como
fiel veraneante; luego, como residente permanente. Tenía siete años cuando la
isla, nuestra isla, sucumbió ante las tronaduras de las rocas megalíticas de la
puntilla y fue capturada por este enorme brazo para acuñar yates. Aun así, pese
a lo niño, todavía guardo el recuerdo de la isla emancipada del continente: esa
visión mágica de esa silueta de piedra, tierra y un manchón de frondosa
vegetación, en la que, desde el fin de la puntilla, se podían distinguir
algunas de las numerosas especies de aves que la habitaban, protegidas,
entonces, por un brazo de mar de un centenar de metros que las mantenían a
resguardo de cualquier invasor terrestre. Cualquiera que hubiera visto lo que
yo vi, estoy seguro que tampoco olvidaría esa imagen de ensueño.
El enorme mérito del doctor Grau fue lograr sensibilizar a todo un país con una causa a la que, sin su intervención como auténtico ecologista, pocos habrían prestado mayor atención. Y, de paso, poner en valor las virtudes naturales de un enclave único, el Islote Pájaro Niño. Pese a la hostilidad del contexto, la gente enganchó en gran número con la causa porque sintonizó con las premisas básicas: ¿por qué una rica colonia de animales y aves tiene que verse amenazada en su hábitat por una decisión antojada que toman los humanos?¿Por qué una colonia de una especie de pingüinos que viven solo en las costas de Perú y Chile, de la noche a la mañana tienen que recibir la presencia de vecinos indeseables y ver dramáticamente modificadas las condiciones de su hábitat, donde anidan y viven desde hace cientos de años? ¿Es justo? ¿Es justo que el hombre tome unilateralmente decisiones que pongan en riesgo la supervivencia de otras criaturas? El régimen que gobernaba los hilos de este país estaba acostumbrado a atropellos mucho mayores. La discusión se alargó solo algunos meses. El proyecto patrocinado por la elite dirigente obtuvo luz verde. Pese a que se presentó la solución donde el molo de abrigo para los yates no llegaba hasta la isla, de manera de dejar un canal de separación de algunos metros, al final se optó por la peor y más invasiva de las soluciones, la de la conexión completa.
Así, la Cofradía Náutica del Pacífico se funda sobre un acto de
matonaje intrínseco. Los argumentos del doctor Grau cobran hoy una
contundencia irrefutable. "Yates contra Pingüinos" nombró su cruzada.
La disminución del orden de un 90% de la población de la especie más
emblemática del islote, el pingüino de Humboldt, en los últimos 40 años, sirve
de severo tapabocas a todas aquellas voces que relativizaban la envergadura de
la amenaza. Pero, al parecer, el gen de prepotencia fundacional del embarcadero
siguió operando en el comportamiento de los indeseados vecinos. No conformes
con que la isla se viera invadida por amenazas animales, como roedores y
perros, antes inexistentes, decidieron aplicar un plan de destrucción
deliberada y sistemática de especies, ordenando a empleados contratados para
desempeñar labores propias de la de un club náutico, a invadir ellos mismos el
islote para destruir huevos y aves. Poco importó que, en 1978, junto con el
visado definitivo para la construcción del enorme molo de piedra, se declarara
a la isla Santuario de la Naturaleza. Lo más notable es que todo esto
no tiene nada que ver con el espíritu del auténtico hombre de mar, del
auténtico deportista náutico, el cual siente una profunda conexión y aprecio
por todo lo que engloba el entorno marino en su totalidad. Reducir un rico
reducto de vida silvestre a mero refuerzo para la protección de yates, como
consideró desde el minuto uno la directiva de la Cofradía a la isla, no puede
producir entre verdaderos deportistas sino escozor, molestia, franca
incomodidad.
Aún hoy, algunos vecinos quizá con un vínculo más bien breve con nuestra
comuna, si bien comprometidos con el quehacer local, todavía no logran captar
la real magnitud del atropello hecho sobre el alma de este pueblo por la
institución que en principio estaba llamada a convertirse en la capital por excelencia
de los deportes náuticos a nivel nacional (y no la mera fábrica de medallistas
a la que se ve confinada hoy en día). Pero todo algarrobino con algo de sangre
en las venas esto lo tiene muy claro y no lo olvida.
Y tampoco lo dejará pasar.
Pablo Salinas
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No puede ser que este pequeño grupo de señores, no den su brazo a torcer y no tengan conciencia del daño realizado.
ResponderEliminarMuy bueno este artículo, tan cierto que nadie puede desconocer
ResponderEliminarEl despedir al administrador sería un gran paso de parte de la Cofradía, una vez muerta la perra se acaba la leva así de simple, mucho daño a hecho a esta comuna
ResponderEliminarLa Cofradía Náutica debe dejar de estar conectada a la Isla y establecer su molo de abrigo para los yates al frente. ¿Porque? Se esta destruyendo un Icono natural. Porque los trabajos de conservación requieren que eso vuelva a ser Isla, para lograr mejores resultados. Porque la Isla Pájaro Niño es de la comunidad de Algarrobo y la necesita. Porque es un club náutico privado que ya es tiempo que invierta en su existencia en el lugar y que el Estado no puede volver a financiar. Porque todos los estudios serios y el sentido común actual e histórico aseguran que esa intervención esta influyendo en las corrientes marinas que esta daño a las playas de Algarrobo y su bio diversidad y por ultimo, la cofradía, imagen de nuestra marina, esta actuando con "desparpajo" hacia todos, tratando de demostrar ahora un cambio de imagen "grotesco", insensible basándose en una comunidad que aun no vota sobre esto. La comunidad debe votar sobre esto, si quiere o no recuperar la isla. Es una renovación de concesión sobre propiedades de la comunidad o estado. (¿ A lo mejor no se hace así?) En este caso debiera hacerse así, porque no son "confiables" los que están tomando la decisiones sobre esto respecto de velar por los intereses de la comunidad.
ResponderEliminarSolo un comentario: todos los los que vivimos en Algarrobo,somos algarrobinos, ya sea nacidos o no en este lugar.Chile es uno solo y es de todos nosotros, por lo que debemos cuidarlo y amarlo por sobre todas las cosas.
ResponderEliminarYa es hora de terminar con los abusos de los poderosos económicamente, e iniciar la época de los poderosos socialmente y moralmente. Se está destruyendo en todo sentido: las inmobiliarias hacen y deshacen en este lugar, amparados por la negligencia de todas las autoridades comunales.
ES HORA DE PONER ATAJO A TANTA ARBITRARIEDAD POR UN LADO Y A TANTA DESIDIA POR EL OTRO, loas que amparados por una legislación que fAVORECE ESTE TIPO DE ACTITUDES.