Algarrobo es un lugar de nuestro
largo territorio que tiene un encanto especial. Su extenso borde costero,
playas de arenas blancas, aves que revolotean entre olas y bosques, plácidos
humedales lleno de vida y sinuosas praderas entremezcladas con árboles y
arbustos de vivaces coloridos, nos entrega múltiples espacios para “vivir” la
naturaleza, salir del agobio del trajín del mundo de hoy, regalarnos unos minutos
e incluso algunas horas para pensar, recordar, soñar, reflexionar. “Algarrobo
Digital” ofrece este espacio con plena libertad a los vecinos y
vecinas para compartir sus vivencias y reflexiones, lo que cada día es más
difícil de encontrar. Pero, aquí está el espacio, en el lugar paradisiaco
llamado “Algarrobo”.
“MI LLEGADA A ESTE MUNDO”
Carlos Ibarra Vallebuona
Vecino algarrobino
Cuando uno pasa los 70 y
tantos, has tenido de amargo y de dulce en tu vida, ver que el tiempo se acaba
no hay nada más bello que darse tiempo para atesorar momentos de este largo
recorrido.
Pasé mi vida de un lugar a
otro, pisé tierra firme muy adulto. Mi padre era un joven teniente de la Armada
de Chile y mi madre una conocida reina de la primavera penquista de 1939, nunca
supe que esperaban de mí.
De pequeño tuve cariño por ser
el primer hijo, nieto y sobrino. Las familias estaban encantadas con el vástago
que cambiaría el ambiente más bien monótono de la familia.
Di mis primeros pasos entre
adultos, por lo tanto, debe haber sido un poco solitario. Ellos se turnaban
para cuidarme y me colmaban de mimos, regalos y cosas que creían eran
importantes. No era el más bonito, ni el
mejor, pero…era el único.
La Armada era una gran familia
en aquellos tiempos en la cual había muchas actividades. De ese cariño y forma
de vida, existen muchas secuelas que marcaron mi personalidad. Por ejemplo:
-La Nñera. Ella era nuestra
segunda madre y estaba a cargo de la casa ya que vivíamos en bases navales
rodeados de personal masculino. Gracias a Dios solo tuvimos dos y ambas se
fueron de casa en traje de Novia
-Los Traslados o cambios de
residencia cada 2 años. Embalaban todas nuestras pertenencias y cambiábamos de
casa, puerto, colegio ambiente etc. Siempre fui el nuevo, que desagradable. Mi
nacimiento debe haber sido algo así por lo que supe posteriormente y por mi
propia experiencia. Antofagasta octubre
de 1943, plena Segunda Guerra Mundial.
Nacimiento inesperado
Estaba mamá con siete meses de
embarazo tendida en la playa rodeada de amigos, con una espléndida figura
tostada en traje de baño de dos piezas con faldón para disimular sus siete
meses de embarazo. Entre risas y bromas, una puntada y sintió que llegaba la
hora. Fue trasladada rápidamente al Hospital de Antofagasta, por mi papá y por
el propio médico tratante que estaba entre sus compañeros sobre las cálidas
arenas.
Lo siento, se ve mal la cosa
les dijo el Doctor, la guagüita, tiene solo 28 semanas, muy poco peso, Octubre
no es suficientemente caluroso, además les debo confesar, no estamos equipados
para este caso especial.
Caso especial, oí flotando apaciblemente en el líquido amniótico de mi madre. ¿Especial? suena
bien, pero, valdrá la pena abandonar este maravilloso lugar lleno de regalías
que se amolda al cuerpo como un guante con una temperatura ideal, y el maná
adecuado que me tonifica día a día con la exactitud de un cronómetro.
¿Cómo será el exterior me
pregunto con terror? Valdrá la pena
abandonar este paraíso. Se perciben ruidos molestos, discusiones, gritos, lo
raro es que al mismo al mismo tiempo tengo un inevitable deseo de dejarme
llevar hacia lo desconocido. Siento deslizarme suavemente hacía abajo, bastante
estrecho el lugar al cual soy atraído, incómodo diría, o más bien súper
apretado. No puedo moverme. Algo me aprisiona, siento que hablan, suspiran y
gritan, cosas que no entiendo, tengo miedo, pero intuyo que es inevitable y me
dejo ir.
Buaaáá grité al sentir que me separan de un corte de
mi hogar, y me propinaban un fuerte golpe en el poto.
Luego…. un contacto celestial,
que piel, que aroma, que belleza. Siento que me guían y posan mis labios sobre
algo indescriptible humm que rico, es un manantial estoy, degustando el néctar
de los Dioses. ¡Que alimento tan bien seleccionado! Me empieza a gustar esto.
Al parecer, el susto tendrá frutos. Como bien dijo anteriormente el facultativo
“este Hospital cuenta con instrumental solo para nacimientos normales” (o sea
nada que ver con mi persona).
Fue mi destino, desde el
primer día romper las reglas y complicar a todo el mundo. Atónito estaba el
médico, con este parto prematuro. Suspiró mirando a la famélica y macilenta
criatura que parecía un ahogado de tres días -que con asustados ojos- esperaba
una reacción. Rápidamente el médico tomó medidas para quedar bien con sus
amigos. Llamó a un enfermero que tenía la astucia del chileno, y rápidamente
improvisaron con un canasto de deshechos a modo de cuna, agregaron ampolletas
eléctricas, toallas blancas y …”voilá”... una rústica incubadora.
Como podrán darse cuenta, nada
de principesca la llegada. Esas fueron mis primeras vacaciones, una asoleada
incubadora durante 20 días.
Hoy me explico mi manía por el
sol y adecuada iluminación de los ambientes. Un espacio bien iluminado, puede
tener magia. Odio las lámparas colgantes y la luz que viene directa desde el
cielo. Hacen ver desmejoradas a las más espectaculares personas. No existe
invento más atractivo que el “dimer”. Uno va bajando la luz a su antojo a
medida que envejece, hasta llegar a una oscuridad que le permita a uno no
reflejarse en el espejo(ideal).
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Como siempre este diario nos trae novedades y da acceso a la publicación de algarrobinos con facilidad de comunicación escrita. Felicitaciones y congratulaciones a don Carlos Ibarra. Me ha encantado y entretenido su recuerdo de la infancia. Debe seguir escribiendo. Lo recomiendo.
ResponderEliminarLa vida es milagrosa muchas veces. Este relato me hizo recordar los pasos que sufrimos con nuestro hijo (hoy de 8 años) quien al igual que Carlos pasó sus primeros días de vida en una incubadora y a quien yo miraba a través del cristal mientras contenía mis ganas de llorar al verle su piel gris azulada llena de pliegues -como si les sobrara mucha- y sus ojos desmesuradamente abiertos como si tuviera miedo o le faltara el aire. Sólo la sonrisa franca del doctor Siegfried Seibt ("el alemán", que lo llamaban) nos hacía sentir que nuestro Jota pasaría la prueba.
ResponderEliminarBien por ti Carlos que estás en carrera y ya pasaste los 70. Espero que mi hijo, algún día, te saque ventaja.
Que grata lectura en tablet ara un domingo tranquila reposando en cama, con linda vista, sin ruso y aire puro, lejos del agobiante calor de Santiago. He gozado el relato sel señor Ibarra, tiene gran facilidad para motivar la lectura y mucha picarda que la hace mejor aún. Como escribió la otra vecina, tiene que seguir escribiendo y en cuanto a este diario, debo decir que es mi preferido, lo leo todos los días y es parta de mi algarrobo que llevo en el corazón.
ResponderEliminarMuy entretenido. Aplausos al vecino Ibarra ¿es navegante? y felicitaciones a los editores por este nuevo hallazgo de las letras en Algarrobo
ResponderEliminarque bella lectura para este domingo
ResponderEliminarNon Carlos y ¿como sigue? me entretuve mucho
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