APUNTES DE LA DESCONFIANZA, EL DOBLE ESTANDAR Y OTROS DESPROPÓSITOS

Carta al Director

Alien Carraz
Escritor, ensayista, comentarista y opinólogo

“…Cambia lo superficial

Cambia también lo profundo

Cambia el modo de pensar

Cambia todo en este mundo 

Cambia el clima con los años

Cambia el pastor su rebaño

Y así como todo cambia

Que yo cambie no es extraño 

Cambia, todo cambia…” 

La canción de Numhauser, cantada con el vozarrón impresionante de Mercedes Sosa, nos recuerda que mientras la vida se tecnologiza y nos encamina hacia la comodidad máxima, con adminículos electrónicos haciendo la pega que antes hacíamos físicamente, como tener que levantarnos del sillón para cambiar de canal con la bendita perilla, también nuestro cerebro se ha visto obligado a mutar y modificar su percepción del mundo. 

Hasta no hace mucho, la gente de las urbes convivía en las calles con una tendencia natural, entre desconocidos, a querer saludarse. Un gesto, una mirada, un guiño o alguna señal de un ¡Hola! o un ¡Buenos días! o un ¡Cómo le va! eran actitudes comunes entre las personas. Hoy, si miras a alguien a los ojos, aunque sea por un segundo, de seguro te mirarán de vuelta como si tuvieras lepra. Y si es una dama de estilo conservador, su reacción espontánea será apretar la cartera contra sí. 

La gente pasa rápido por nuestro lado como si tuviesen miedo de cualquier acercamiento. La desconfianza se esparce como la contaminación que pervierte al aire que respiramos. 

“Coma lechuga para que conserve su linda figura”, dijo el galán y le cayó una demanda por ACOSO por parte de una dama escandalosamente delicada, y carabineros de Chile (quizás dejando de lado algún portonazo o, a lo mejor, algún asalto a una vivienda sin ocupantes en Algarrobo) reaccionó como si se tratara de un acto delictual de urgencia nacional y se apersonó presto para pasarle un parte al incrédulo acosador, el que, probablemente, se dijo a sí mismo: ¿Y por qué no le dije ¡mijita rica! no más? 

Y mientras “Coma lechuga…” es un agravio imperdonable, Yerko Puchento, en televisión abierta a todo público, hace unas rutinas “cómicas” en las que se burla tosca, grosera y descaradamente de la sexualidad de las personas, de su integridad moral, de su identidad de género o de cualquier cosa que sirva para “sacarle carcajadas” a un tipo de espectador que disfruta del bochorno y el escarnio a que son sometidos los “invitados” a este programa de farándula que tutela canal 13, el canal católico, el del “angelito”. 

En el “Quienes Somos” de Canal 13, se puede leer la verborrea con que se auto-describe: 

A sus 58 años, Canal 13 es un medio que ha mantenido su capacidad de innovar a través del tiempo, produciendo y emitiendo programas que reflejan su liderazgo, pluralismo, visión de servicio, información y entretención al más alto nivel. 

Canal 13, el del “más alto nivel”, que, junto con despedir a 300 empleados de un zuácate, acaba de perder un juicio por una demanda que plantó Sara Vásquez (ex esposa de Gonzalo Cáceres) quien fue objeto de burlas por parte de Yerko Puchento, que –en vivo y en directo- puso en tela de juicio su condición sexual. El canal de Andrónico Luksic tendrá que pagar $ 9.000.000 a Sarita. 

Ésta, a su vez, anuncia que donará ese dinero a distintas causas benéficas. 

El Sr. Mario Cortés, juez de Casablanca, ha hecho emitir un anuncio-letrero en el cual se puede leer : 

“Se informa a los que ofrecen ensaladas para colación en Casablanca, que recomendar el producto a una mujer para mantener la figura, no constituye ni infracción ni acoso sexual. Si está citado por este hecho u otro similar, entregue la boleta en el mesón y puede retirarse. 

Será absuelto” 

El Sr. Juez señala, además, que lo hecho y expresado por la persona que le recomendó ensaladas a la señorita para mantener la figura “No constituye acoso sexual ni en Las Condes ni en Casablanca ni en la quebrada del ají…” 

El periodista insiste: “Pero en Las Condes aseguran que es acoso” 

El Sr. Juez replica: “La ordenanza está mezclando cosas. Se hizo improvisadamente. No se definió con certeza qué se entiende por acoso, hasta dónde llega el legítimo cortejo y cuándo es una injuria o un acoso. Es una ordenanza entregada a quien interprete” 

El periodista: “¿Y si le gritan ¡mijita rica! a una familiar suya? 

El Sr. Juez: “Me da lo mismo. El otro día conversaba con una mujer y me decía que si pasaba por una construcción y no le decían nada, se sentía mal porque se daba cuenta que no estaba buena moza…” 

El periodista: “Pero existe el derecho a la integridad psíquica” 

El Sr. Juez: “Una cosa es el derecho y otra es cómo se concede legalmente. La Constitución tiene principios, no figuras legales. Por ejemplo, usted tiene derecho a conducir, pero el cómo lo hace lo ve la Ley de Tránsito” 

Por otra parte, y hablando de esta modificación en nuestra forma de enfrentarnos y relacionarnos como personas ocupando espacios comunes, habría que decir que este mal se ha ido extendiendo poco a poco hacia las provincias. En Algarrobo, por ejemplo, aún es posible ir a la ferretería, y tras sacar el papelito con el número de espera, poner una cara de ¡Hola cómo le va! y recibir de vuelta algunas miradas y gestos apenas perceptibles de gente desconocida que nos lamparea (como un rayo láser) algo parecido. Es agradable sentirse entre gente dispuesta a comunicar algo de sí mismas aunque sea casi imperceptiblemente. 

Ahora que, si usted quiere vivir la experiencia absolutamente contraria, y ver 5 caras de culo por m2, le recomiendo se suba al metro de Santiago. 

Estos gestos de histeria colectiva que se viven en la urbe metropolitana y que tienen que ver con estilos de vida completamente diferentes a los que se pueden disfrutar por estos lados, repercuten en que el asunto de la lechuga se convierta en algo completamente fuera de proporciones. Es una mala idea importar controles y regulaciones de porquería que ni siquiera funcionan adecuadamente en el estrés y el caos de la convivencia urbana capitalina donde hay un exceso de susceptibilidad porque la máquina mental del choclón de gente está sometida a enormes presiones que van desde los ruidos ambientales, la calidad del aire, la ansiedad, la competitividad y el exitismo, la cohabitación en espacios reducidos, la tensión del desplazamiento, la frialdad ambiental del cemento que lo cubre todo y otro montón de artificios mecánicos y estructurales que achatan y que ¡gracias a los dioses! (que cada quien escoja el suyo) no se dan en un lugar como este lindo “algarrobito”, un encantador espacio de libertad, regio aire, hermosas vistas, amplios horizontes y donde el mar es el maravilloso protagonista que nos pone de vuelta en la realidad de que la vida se puede vivir sin tener que andar a las carreras…sin tener que pasarnos de listos…sin la necesidad de vender pomadas ni tener que producirnos hasta para ir por el pan. 

Mi tía Pabla, sin laca, en Santiago, no va ni a la esquina. ¡Vieja pretenciosa! 

¡Ah, qué lindo es ser libre! 

No falta el jetón que te dice ¡Ay, a mí me encanta Santiago! A cualquiera le puede gustar ir a empaparse ¡por un rato (digamos, un día)! de masa humana, tacos, caos, urbe en toda su dimensión, malls de proporciones gigantescas, torres, avenidas-autopistas y un largo etcétera de las otras excentricidades de una gran ciudad. Pero, una cosa muy distinta es vivir ahí. Ese, es otro cuento. 

Yo, que, nací y viví ahí casi toda mi vida…nica, del verbo nica, volvería a poner mis piececitos (muy limpios y con olor a mar) sobre el maldito cemento que lo abarca todo y del cual no te puedes despegar a menos que flotes. Mis patitas planas adoran y aprecian el patio y los alrededores de mi casa que son obra absoluta de la naturaleza y no el producto de algún maestro de la construcción amante de los radieres. 

Ahora sólo falta que encargados de administrar este lugar despierten de su letargo y se pongan a trabajar en el desarrollo de la industria del Turismo. 

Algarrobo, ya no puede esperar.

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