Para quienes gustan de la buena literatura
Boletín literario preparado por Eduardo Trucco
B. (*) en el cual ofrece una selección de párrafos, invitando a compartirlos y
comentar.
“LA ÚLTIMA FRONTERA”. Howard Fast. Ediciones Siglo XX,
Buenos Aires, 1954. Escritor
estadounidense, autor de muchas novelas. Un grupo de indios cheyennes – Pequeño
Lobo y 60 de sus hombres, huyen el año 1878 desde Fuerte Reno; logran llegar al
Norte del país y perderse en tierras desconocidas. “Hechos como esos no pueden
ser inventados. Simplemente han sucedido, en ese extraño y terrible mundo de la
verdad.” Es la hazaña de un pueblo movido “por un profundo instinto de retorno
a su antiguo hogar.” (1)
Fast fue uno de los
escritores más prolíficos del siglo XX, con una producción de más de 80 libros
-más relatos cortos, artículos periodísticos, guiones de cine y poesía-, en una
carrera que comenzó a principios de la década de 1930. Con novelas como El
ciudadano Tom Paine (1943), Camino de libertad (1944) y Espartaco (1953), Fast
consiguió la aclamación popular por su autenticidad y su detalle, creando
relatos que incluso sus críticos admiraban y consideraban libros que se devoran
de una sola tirada. La ficción de Fast fue siempre hasta cierto punto
didáctica, se oponía al modernismo, se preocupaba por la lucha social, e
insistía en tomar partido y en enseñar lecciones vitales de importancia moral,
y a él le gustaba escribir de esa forma.
Selección de párrafos:
1. (Presentación de la obra) “La experiencia histórica demuestra que aquello que es
injusto en la teoría, no puede ser justo en la práctica. Los hombres tienden a
engañarse a sí mismos sobre este punto, pero el resultado final probará siempre
la verdad de este axioma.” Carl Schurz, Pág. 5.
2. (Refiriéndose a los cheyennes) Sin embargo
tenían una falla imperdonable; consideraban que la tierra en la que habían
vivido les pertenecía. Pág.13.
3. Estaba haciendo todo lo posible por no
odiarlos, por razonar y ver algo de justo en sus quejas. Pág. 31.
4. Son orgullosos, callados, como los
irlandeses.
- Nunca ví un irlandés callado – dijo
Fritz.
- Un profundo silencio del alma. Usted no
entendería. Pág.44.
5. Pero en sus rostros surcados por líneas
profundas había menos odio que amarga curiosidad. Pág. 45
6. Permanecía sentado así hasta que una gris
y húmeda insinuación de amanecer se deslizó dentro de la tienda. 69.
7. - Cuanto antes se acabe, mejor – murmuró
para sus adentros, pensando que los hombres matan a un perro cuando no pueden
seguir soportando la contemplación de sus sufrimientos. Pág. 79.
8. El viejo jefe bajó las manos lentamente;
tenía el rostro terroso arrugado por una sonrisa que era mitad piedad y mitad
pena. Desnudo hasta la cintura, desarmado, estaba sentado sobre su caballo,
expuesto al sereno juicio de los siglos. Pág. 84.
9. Murray podía percibir vagamente el extraño
fatalismo de un pueblo que, tomada la decisión de hacer algo, procedía a
hacerlo, indiferente a cuanto pudiera interponerse en su camino. Pág. 88.
10. Nunca había podido
volcar con facilidad en palabras conceptos emocionales o siquiera pensamientos;
pero le parecía ver su propio destino enlazado y terriblemente unido al de esta
pequeña aldea de salvajes. Pág. 97.
11. Todo eso probaba que
no se sabe nada acerca de un hombre, prescindiendo de su fama, hasta verlo en
su hogar, rodeado por su familia. Pág. 101.
12. El general odiaba
las huelgas; eran una vaga amenaza que lo enfurecía con una especie de rabia
desesperada. Pág.102.
13. Él también había
sido soldado y conocía el sistema militar, pero al mismo tiempo había que
pensar que una bala no era el remedio para todas las dolencias. Pág. 109.
14. Comió con la
cuidadosa concentración del hombre que ha perdido temporalmente la tranquilidad
en un intento de recordar los pormenores de algún asunto insignificante. Pág.
110.
15. – Cuando un hombre se vuelve viejo y de
barba, va abandonando una creencia tras otras; en el interior de su cabeza se
va pudriendo el deseo de bondad y libertad.
- O la edad trae un poco de cautela y otro
poco de sabiduría. Pág. 121.
16. Para un hombre no es
imposible hacer algo tan simple como ir a su tierra. Pág. 122.
17. Sutton bebía con la
lenta obstinación del hombre que quiere emborracharse y le resulta difícil.
Pág. 133.
18. Su primer impulso
era seguir adelante. Se había tornado en un doloroso, hiriente deseo en su
interior, encontrar nuevamente a los indios, volver a golpearles, arrojar más y
más fuerzas sobre ellos; era un deseo que supuraba como una llaga viva. Pág.
165.
19. …no podía uno
apartarse del hecho, el hecho de que un pueblo se decidiera a cruzar mil millas
de terreno plagado de guarniciones para volver al hogar y ser libres. Eso era
algo que ellos entendían; era una locura, pero en cierta forma, era admirable.
Pág. 166.
20. Wint asintió,
atisbando en la no aún total oscuridad, esa media noche de la pradera que era
como un canto, el viento en coro, el alto pasto doblegado, los árboles
retorcidos, la lejana y sombreada línea del horizonte con el cielo
infinitamente pálido, privado de luz solar, no compensada. Pág. 180.
21. Los búfalos fueron
eliminados, en increíbles pocos años, por los cazadores de cueros. Pág. 192.
22. América no había
visto nunca antes semejanza matanza; y es dudoso que alguna vez, en el curso de
la historia del hombre, millones de libras de carne comestible se pudrieran
bajo el ardiente sol.
23. Para los indios éste
era, de entre muchos crímenes, el crimen que menos entendían, el que los golpeó
con más saña y más trágicamente. En las llanuras, desde tiempos que escapan a
la memoria, el búfalo había sido su vida… Pág. 193.
24. …en Cheyenne, una
palabra es una palabra, pero una oración es también una palabra y diez
oraciones pueden brotar como fluyente agua, todas una palabra. Pág. 199.
25. Sherman era sincero;
le faltaba imaginación y brillo, pero era sincero. Pág. 200.
26. Y Ferguson había
visto a cada uno de esos muchachos en actitudes humanas, en el triste
ensimismamiento de hombres que viven simplemente. Pág. 212.
27. - No podía
explicarle a Wint cómo era quedar vacío, perder la fe en todo, en la causa que
uno servía, en el uniforme que uno llevaba, en las cosas en que uno había
creído. Pág. 216.
28. Mucho tiempo atrás
había llegado a la conclusión que no existían verdaderos villanos; jamás había
encontrado un hombre subjetivamente malo, el clásico personaje de maldad, poder
y brillo. Pág. 217.
29. Un blanco puede
conocer a un caballo, pero el Cheyenne es parte de su poney, capaz de
transmitirle sus deseos por una presión de la mano, una caricia, una palabra
susurrada. Pág. 226
30. Su mudo relato era
de hambre, privaciones, sed, sufrimiento, pero en su relato no había
ostentación: y el orgullo de sus desesperadas, quebrantadas almas, se
transmitía a los soldados. Pág. 237.
31. – Quiere que lo
dejemos solo…
- Algo así como que van a su tierra,
simplemente a su tierra. Deberíamos alejarnos…
(Refiriéndose a Pequeño Lobo) …Y el viejo
quedó entonces parado, solo, extraño, anciano, frío, cansado, sin propósito ni
fin determinado, con todo el dolor de la edad, viendo demasiado, sabiendo
demasiado, sufriendo demasiado. Pág. 241.
32. Todo lo que
estuviera fuera de él existía en otro mundo; su egoísmo era primitivo y
directo, instintivo más que calculado. Pág.249.
33. Y así las fuerzas
adquirían vida y los hombres pequeños eran movidos sobre un vasto tablero de ajedrez.
Pág. 257.
34. En Fuerte Robinson
no había mujeres, ni música, ni libros, ni forma alguna de entretenimientos
salvo el inacabable póker, las interminables partidas de whist. Entre los
reclutas, un sombrío malhumor se hacía más negro de día en día… Pág. 261.
35. Los indios no mueren
hasta que quieren hacerlo. Pág. 263.
36. Estaban sucios y
conscientes de ello, incómodos con todo el horror subjetivo de una raza limpia.
Pág. 265.
37. Dicen que hace mucho
tiempo que están muertos; dicen que un hombre está muerto cuando su hogar le es
arrebatado, cuando se convierte en un esclavo en una prisión. Pág. 268.
38. Esa era furia abierta; por debajo corría una constante y
sombría mezquindad. Pág. 271.
39. Tenían allí una
flauta, y a veces, la fúnebre música a bajo tono acompañaba sus gimientes
cánticos de muerte. Era el último, primitivo réquiem de una raza condenada.
Pág. 273.
40. …los ancianos, los
jóvenes, las esposas y madres y padres y hermanas y hermanos todo uno en la
fría tortura, la vergonzosa llama abatida de lo que fuera una raza orgullosa y
feliz. Pág. 275.
41. Para las tropas,
para los oficiales, este era el instante de liberación, total liberación de la
envolvente presencia de los indios, del espectro de un pueblo pagano que daba
un insano y extraño valor a lo que llamaban su libertad. Pág. 285.
42. Wessels asintió; por
primera vez en su vida se vio forzado a sentir las innumerables capas ocultas
del alma de un hombre. No quería profundizar… Pág. 291.
43. Schurz suspiró.
- No se logrará ningún bien haciendo tanto
ruido por nada. Cuando algo se acaba, se acaba, y debería ser olvidado, ¿no?
Pág. 305.
44. ¿Pero olvidará la
gente que Carl Schurz dijo, nada puede ser injusto en teoría y justo en la
práctica? Pág. 306. [Schurz era Secretario del Interior, y quería “tapar” todo
lo ocurrido.]
45. (Palabras finales
del autor) Me topé por primera vez con la pista de esta historia al leer
“Powder River”, de Struthers Burt. Allí, un párrafo me dio el indicio de lo que
probablemente fuera la más grande lucha en condiciones trágicamente desiguales
de toda la historia de la humanidad. Y también una epopeya del deseo del hombre
de lograr su libertad personal. Habiendo decidido que la historia debía ser
contada en detalle, emprendí la búsqueda y reunión de los elementos.
Caí en el común laberinto de falsedad e
inconsistencia que premia cualquier intento de desenterrar una historia no
contada de ya más de sesenta años. Pág. 312.
[1] Howard Fast fue un excelente
escritor; ahora se publica poco y se lee menos. Hemos publicado obras de Fast
en varios Boletines Literarios; al menos a la edad de 14 a 17 años, son obras
formidables; entre ellas: “Espartaco”, “Mis Gloriosos hermanos” y la que
presentamos en este Boletín. Todos, libros que formaban parte de la biblioteca
de los padres del director del Boletín.
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(*) Eduardo Trucco Burrows, es abogado de la U. de Concepción. Reside en Algarrobo, en el condominio “Campomar” (camino a Tunquén). Ha estado ya casi dos años interviniendo por la defensa y protección de los ecosistemas de la playa de Tunquén, contra la invasión de inmobiliarias y demás personas que no tienen escrúpulo alguno en destruir toda la playa, el humedal y el santuario de la naturaleza. Lo que se presenta es un trabajo sencillo: leer obras escritas en español, subrayar lo que nos parece interesante, bello, atractivo, divertido o sorprendente; enseguida, haciendo una cuidadosa selección de todos los párrafos que se ha subrayado, se traspasan las citas – generalmente sin comentarios – al boletín.
Hola, buen día. Acabo de ver en la Televisión Mexicana, un programita de media hora, donde se habla de Howard Fast y sus excelentes trabajos. muy interesantes, con historia reales según entendí. Uds. dicen, "lastima que ya no se publique y menos que lo lean". con todo respeto, me parece inadecuado ese comentario, porque contribuye en la ciudadanía, a su olvido, se le resta importancia a la calidad de sus trabajos, que uds. mismos mencionan.
ResponderEliminarTraté de bajar uno, para conocerlo mejor, pero de 15 intentos diferentes que intenté, ninguno dio resultado.
creo que hay que tomar la iniciativa de subirlos, porque si ya no lo publican y es excelente su trabajo, lo menos que se debe hacer, es contribuir a su destierro intelectual.
las nuevas generaciones si no saben de él, no lo buscaran. Gracias.