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sábado, 4 de agosto de 2018

BOLETÍN LITERARIO N° 247: SELECCIÓN DE PÁRRAFOS. SECCIÓN LITERARIA – “MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA”. Lucía Berlin.

Para quienes gustan de la buena literatura
Boletín literario preparado por Eduardo Trucco B. (*) en el cual ofrece una selección de párrafos, invitando a compartirlos y comentar  

“MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA”. Lucía Berlin. Editorial Alfaguara, 2ª edición, Buenos Aires, 2017. De nacionalidad estadounidense (1936-2004, nacida en Alaska). “Con su inigualable toque de humor y melancolía, Berlin se hace eco de su vida, asombrosa y convulsa, para crear verdaderos milagros literarios con episodios del día a día. Las mujeres de sus relatos están desorientadas, pero al mismo tiempo son fuertes, inteligentes y sobre todo, extraordinariamente reales.” Lo que muestra de sí, sugiere una vida variada, rica, notable por varios conceptos; vivió en Chile algunos años. Esta es una selección de 43 cuentos cortos. No puede quedar duda alguna, que esta mujer vio y vivió. [Pocas veces resulta tan difícil y delicada la selección de citas; una obra notable.]

SELECCIÓN DE PÁRRAFOS:
Del prólogo:

  1. ¿Cómo lo consigue ella? Quizá porque nunca sabemos muy bien qué viene a continuación. Nada es previsible. Y aún así a la vez todo es sumamente natural, verosímil, fiel a nuestras expectativas psicológicas y emocionales. Pág. 16.

  2. Berlin es implacable, no se anda con contemplaciones, y aún así la brutalidad de la vida siempre queda atenuada por su compasión ante la fragilidad humana, por la inteligencia y la agudeza de esa voz narrativa, y su fino sentido del humor.

  3. “Pero la imagen ha de conectar con una experiencia intensa concreta.” Pág. 18.

  4. “De algún modo debe producirse una mínima alteración de la realidad. Una transformación, no una distorsión de la verdad. El relato mismo deviene la verdad, no solo para quien escribe, también para quien lee.” Pág. 19.

  5. “¿Qué es el matrimonio, a fin de cuentas? Nunca lo he sabido muy bien. Y ahora es la muerte lo que no entiendo.” Pág. 20.  

De la Introducción.

  6. La prosa se abre camino a zarpazos en el papel. Desborda vitalidad. Revela. Pág. 21.

  7. Si un rasgo caracteriza su obra, es la alegría. Un bien precioso, más escaso de lo que cabría esperar. Pág. 22.

  8. Constata la efervescencia irrefrenable de la vida: humanidad, lugares, comida, olores, colorido, lenguaje.

De la obra:

  9. Un indio viejo y alto con unos Levi’s descoloridos y un bonito cinturón zuni. Pág. 27.

10. Tony no abrió los ojos. Cualquiera que diga que sabe cómo te sientes es un iluso. Pág. 29.

11. Odiaba el colegio St. Joseph. Aterrorizada por las monjas, sofocada por el calor de Texas, un día empujé a sor Cecilia y me expulsaron. Como castigo tuve que trabajar todas las vacaciones de verano en el consultorio de mi abuelo, que era dentista. Pág. 33.

12. Me sigue de habitación en habitación, repitiendo las mismas cosas una y otra vez. Voy a acabar tan chiflada como ella. Siempre digo que no voy a volver, pero me da lástima. Soy la única persona con quien puede hablar. Su marido es abogado, juega al golf y tiene una amante. Pág. 49.

13. El autobús se retrasa. Los coches pasan de largo. La gente rica que va en coche nunca mira a la gente de la calle, para nada. Los pobres siempre lo hacen…La gente pobre está acostumbrada a esperar. Pág. 52.

14. Las señoras siempre suben la voz un par de octavas cuando les hablan a las mujeres de la limpieza o a los gatos. Pág. 54.

15. Procurad trabajar para judíos o negros. Te dan de comer. Pero sobre todo porque las mujeres judías y negras respetan el trabajo, el trabajo que haces, y además no se avergüenzan en absoluto de pasarse el día entero sin hacer nada de nada. Para eso te pagan, ¿no? Pág. 58.

16. Disfruté en el balcón, limpiando las ventanas. Aunque hacía frío, el sol me calentaba la espalda. Dentro, ella siguió con su puzle. Absorta, pero sin dejar de posar en ningún momento. Se notaba que había sido muy hermosa. Pág. 60.

17. El colegio era una antigua misión, construida en el siglo XVIII por los españoles, construida para seguir en pie mucho tiempo en el desierto. Era diferente de otros colegios antiguos, cuya quietud y solidez es un mero cascarón para los niños que pasan por ellos. Había conservado la paz de una misión, de un santuario. Pág. 65.

18. - ¿Cómo es que me ha pegado? – preguntó Tim en voz baja.
  Iba a contestarle, diciéndole: “Porque has sido insolente y desagradable”, pero vi su sonrisa de desprecio mientras esperaba a que dijera precisamente eso.
- Te he pegado porque estaba enfadada. Por lo de Dolores y la piedra. Porque me sentí herida y estúpida. Pág. 73.

19. Carlotta se lo pasaba bien en el pabellón de desintoxicación. Los hombres intentaban ser galantes con ella. Era la única mujer, era bonita, no parecía “de las que empinan el codo”. Tenía unos ojos grises y claros, una risa fácil. Pág. 79.

20. En cierto modo todo iba bien. Era una buena profesora y una buena madre. El pequeño departamento donde vivían rebosaba de proyectos, libros, discusiones, risas. Todo el mundo cumplía con sus obligaciones. Pág. 82.

21. Pelo largo rubio claro y ojos color miel. Y su sonrisa, sin embargo, o más bien su risa, era una cascada profunda de alegría, insinuaba y se burlaba del dolor que la alegría siempre trae consigo. Pág. 91.

22.  Todas, sin excepción, estábamos solas. Las chiquillas quizá más todavía, porque a pesar de que dos de ellas lloraban, sus madres también parecían ajenas y distantes, con la mirada perdida, aisladas en su propia rabia y vergüenza. Solas. Pág. 99.

23. Sin embargo, en el coche reinaba un silencio impenetrable, cargado de vergüenza, de dolor. Solo el miedo había desparecido.

24. Dios, ¿me he vuelto tan inhumana como la enfermera McCoy? El miedo, la pobreza, el alcoholismo, la soledad son enfermedades terminales. Urgencias, de hecho. Pág. 114.

25. Llevo años trabajando en hospitales, y si algo he aprendido es que cuanto más enfermo está un paciente, menos ruido hace. Pág. 119.

26. Sus ojillos negros como cuentas se reían tras los pálidos pliegues epicánticos. Ojos un paso más allá de los ojos de Buda… Pág. 120.

27. Normalmente llevo bien envejecer. Pág. 127.

28. Consumida de añoranza, echó de menos su mano acariciándole el pelo. Cerró los ojos y se dejó llevar por el rumor de las palmeras, el tintineo del hielo en la coctelera, el crujido de los remos. Pág. 133.

29. Las monjas pusieron mucho empeño en enseñarme a ser buena. Pág. 147.

30. Se ponía muy dramático, y a veces incluso lloraba desconsolado, pero a mí me encantaba que me hablara de ella, me habría gustado ser como ella. Dura, misteriosa, bella. Pág. 162.

31. Sólo diré que mis palabras tuvieron exactamente el efecto deseado. Se quedó allí sentado mirándose sus preciosas manos y susurró: “Eres una hechicera. Eres mágica.” Pág. 165.

32. En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados. Pág. 173.

33. Por supuesto que se acordaba de Dolores. Dulce, su beso en los párpados, su abrazo. Ella recordaba en la piel el tacto de sus manos curtidas, llenas de cicatrices… Pág. 212.

34. Se sonrieron. Los años se borraron, la complicidad aún allí. Una vez ella comentó con ironía que César era el hombre perfecto. No sabía leer ni escribir, y la mayor parte de su idilio fue bajo el agua, donde no había palabras. Pág. 213.

35. Las dos chicas están tumbadas boca abajo en toallas donde se lee GRAN HOTEL PUCÓN. La arena es negra y fina; el agua del lago es verde. De un verde fresco más oscuro, los pinos que bordean el lago. El volcán Villarrica se alza imponente y blanco sobre el lago y los árboles, el hotel, el pueblo de Pucón. Pág. 227.

36. Hace veinticinco años que Sally viene a esta cafetería. Todo el mundo sabe que se está muriendo, pero nunca ha estado tan bella o tan feliz. Pág. 248.

37. Me encantan las casas, todas las cosas que me cuentan, así que esa es una razón de que no me importe trabajar como mujer de la limpieza. Se parece mucho a leer un libro. Pág. 261.

38. Ella guardó silencio, pero pude ver que la muerte empezaba a ablandarla. La muerte cura, nos dice que perdonemos, nos recuerda que no queremos morir solos. Pág. 265.

39. Hemos recordado tus bromas y tu forma de mirar, sin que nunca se te escapara nada. Eso nos diste. La mirada. Pág. 268.

40. Fuimos muy felices durante esos años, aunque nosotros siempre vivimos en pueblos, junto al mar o en las montañas. Había una paz afectuosa, un candor indolente allí.

41. Echo de menos la luna. Echo de menos la soledad. Pág. 274.

42. No es cierto, eso de que ya no me arrepiento de nada, a pesar de que entonces no sentí el menor asomo de arrepentimiento. Esta fue solo una de las muchas cosas que hice mal en mi vida, marcharme así. Pág. 281.

43. Nos reímos, por lo bajo, en su habitación, dibujando. A decir verdad, el amor ya no es ningún misterio para mí. Pág. 284.

44. (Cita de Vicente Huidobro, de “Altazor”.) “Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.” Pág. 297.

45. Nunca olvidaré ese gesto. Ninguno de los dos era insinuante o zalamero, nunca hacían gestos eróticos, ni siquiera demostraciones de cariño, pero había entre ellos una intimidad eléctrica. Él le agarró la garganta. No era un alarde de posesión; estaban fusionados. Pág. 310.

46. “Estar con Jesse es una especie de meditación. Como estar en la posición de loto, o en una cámara de aislamiento sensorial. El pasado y el futuro desaparecen. Los problemas y las decisiones desaparecen. Pág. 315.

47. Jesse nunca leía libros, pero las palabras de la gente le hacían feliz. Una anciana negra, que nos dijo que era más vieja que la sal y la pimienta. Pág. 319.

48. Las hojas amarillas de los álamos parecían arder en la orilla del canal. Empezaba a asomar una luna color melocotón. ¿Se puede saber qué me pasa? Otra vez estaba llorando. Detesto ver sola las cosas bonitas. Pág. 336.

49. De niña salí callada, al vivir en pueblos mineros de montaña y mudarme demasiado a menudo para hacer amigos. Normalmente encontraba un árbol o un cuarto de un viejo aserradero abandonado, para sentarme en silencio. pág. 345.

50. – Bueno, pero tú te portaste tan mal como ella. ¡Peor! El silencio puede ser perverso, condenadamente perverso. Pág. 354.

51. Trato de recordarme a mí misma, porque antes era otra, antes de tantas cosas que han pasado. No sabía nada. Pág. 359.

52. Hay que joderse, repetí yo. Al menos eso la hizo reír. Ay, cómo extraño mi pueblo, donde la risa es suave como la brisa. Pág. 368.

53. Todo el mundo aprende a lidiar… Todo el mundo tiene que reír, todo el mundo ha de sentirse agradecido cuando por más cosas que el crío no pueda hacer, es capaz de besar la mano que le acaricia el pelo. Pág. 371.

54. …sus lágrimas serán dulces – me sorprendí a mí misma al decir esto, pero era lo que sentía. Empezaba a aprender lo que es un verdadero acto de amor. Pág. 372.

55. Eran hijos de madre china y padre negro. CD llevaba una coleta larga que le cae por la espalda. Su piel tiene un color de otro mundo, como una vieja fotografía en sepia, té negro con leche. Pág. 389.

56. Desprende la serenidad impasible de un dios.

57. – Odio a las víctimas – dijo. Y desde luego no pienso ser la tuya. Pág. 392.

58. – La puesta de sol reflejada en el vidrio. Todas las imágenes evocan la fragilidad de la vida y el amor. Pág. 393.

59. Otro día dijo que había poca diferencia entre la mente de un criminal y la mente de un poeta.

60. No se trata simplemente de inteligencia o de talento. Es cierta nobleza de espíritu. Una cualidad que haría a alguien ser grande en cualquier cosa que se propusiera. Pág. 396.

61. No te puedes imaginar lo que es estar en la cárcel durante un terremoto. Pág. 397.

62. Me gustó de entrada, nada más hablando con él por teléfono. Voz áspera, pausada, en la que se adivinaba una sonrisa…y sexo, ya saben a qué me refiero. De todos modos, ¿cómo es que nos hacemos una idea de la gente solo por su voz? Pág. 401.

63. El problema es que cuando vuelves a la vida normal, todas las rutinas, las marcas del día a día parecen mentiras sin sentido. Todo es sospechoso, una trampa para adormecernos, para volver a arroparnos en la plácida inexorabilidad del tiempo. Pág. 405.

64. - ¿Te acuerda en Chile, cuando Rosa nos calentaba la cama con ladrillos calientes? Pág. 407.

65. Y aún así el tiempo nunca basta. “Tiempo real”, como decían los presos a los que daba clases en la cárcel, para explicar que eso de que allí tenían todo el tiempo del mundo no era más que una apariencia. El tiempo nunca les pertenecía. Pág. 411.

66. Una iluminación perezosa, como una tarde mexicana en tu habitación. Pude ver el sol en tu cara. Pág. 412.

67. La única razón por la que he vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro la puerta a la pena al pesar al arrepentimiento. Pág. 414.

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(*) Eduardo Trucco Burrows, es abogado de la U. de Concepción. Reside en Algarrobo, en el condominio “Campomar” (camino a Tunquén). Ha estado ya casi dos años interviniendo por la defensa y protección de los ecosistemas de la playa de Tunquén, contra la invasión de inmobiliarias y demás personas que no tienen escrúpulo alguno en destruir toda la playa, el humedal y el santuario de la naturaleza. Lo que se presenta es un trabajo sencillo: leer obras escritas en español, subrayar lo que nos parece interesante, bello, atractivo, divertido o sorprendente; enseguida, haciendo una cuidadosa selección de todos los párrafos que se ha subrayado, se traspasan las citas – generalmente sin comentarios – al boletín.


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