Artículo de Opinión
(Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de este Diario)
La globalización es un proceso económico, tecnológico, político, social, empresarial y cultural a escala mundial que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo (wikipedia)
Alien Carraz
Escritor, ensayista, comentarista y opinólogo
Escritor, ensayista, comentarista y opinólogo
La “identidad global” es apenas
un supuesto, una frase del marketing sociológico que se utiliza para indicar
una característica de la globalización que en el fondo no es más que un
ingrediente mínimo, como una pizca de sal en una olla común. Ni los gringos se
chilenizarán ni los bolivianos se alemanizarán ni tampoco los europeos se
latinoamericarizarán. “…Cambia todo
cambia…” dice la canción, y en verdad la globalización ha servido más para
acelerar los cambios en los aspectos tecnológicos, formas de vestir, hablar,
volvernos “mensos” en vez de tontos o
que se nos “chispoteen” algunas cosas
en vez de que se nos olviden.
O sea, la circunstancia global de la naturaleza – gracias al gentil auspicio de la raza humana y sus “geniales inventos para explotarlo todo” y en todas partes- está (más allá de lo propiamente cíclico) en constante evolución y adaptación frente a la pérdida de estas especies y, por consecuencia, de espacios de ecosistemas.
¿O será que algunos no saben que todo
está interrelacionado con todo en la naturaleza, aunque ésta tarde
muchos años en dejarnos caer las consecuencias?
La globalización no es más que
una manifestación de la evolución. Vendrán otras nuevas formas de evolución aún
más sofisticadas que esta. Pero, siempre hay gentes que se oponen a la
globalización porque temen que sus consecuencias les arruinarán los privilegios
de sus formas y estilos de vida. Por ejemplo, algunos presienten la ruina
de la iglesia católica después que
algunas herramientas perfectas de la globalización -como internet y la prensa
“online”- han puesto al descubierto las escalofriantes revelaciones de las
cuantiosas víctimas de clérigos pedófilos (llámense curas, acólitos, frailes,
abates, monjes (¡monjas!), diáconos, presbíteros, arzobispos, obispos,
patriarcas, etc., etc.) en todas partes del mundo (incluido chilito ¡por
supuesto!)
Por
otra parte, y ya inmersos en la chilean
reality de Algarrobo, esa mezcla de "pescado frito con helado"
(como un lector de AD la describió), donde se practica el típico baile propio de
la raza en el que cada quien apunta al ritmo que le suena en su cabeza y en sus
cálculos, hay un buen lote de personajes locales y residentes afuerinos que de
inmediato le cortan las alas a cualquier iniciativa que asome en el
circunspecto horizonte algarrobino donde el sol bosteza más que la luna y hasta
las gaviotas son igual de cascarrabias y cortas de vista que estos negadores
consuetudinarios.
No digo que todas
las iniciativas propuestas estaban para pasar el filtro.
Es malo mezclar
todo intento renovador y progresista con otros esfuerzos que se vararon en la
primera cuneta (llámese zancadilla) que estos negadores les pusieron en el
camino de su realización. La triste realidad que nos atosiga en este Algarrobo
medio pelo -un sucedáneo flaite de aquel balneario GC1 de antaño- nos obliga a la búsqueda constante de
fórmulas, planteamientos, proyectos y menesteres idem, con el fin de medio-salvar
a este encantador “vejestorio” del ataque feroz de la incompetencia de los
encargados + el huachaquerío y la fritanga de los “invasores”. Una tarea nada
de fácil porque las circunstancias que rodean la vida ciudadana de hoy en día
son cada vez más inciertas, inseguras, violentas y desnaturalizadas. Como esos
sociópatas del reggaetón que se roban hasta los tarros de centolla de alguna
gente linda con amplio poder adquisitivo, y todo para hacer un causeo con
cebolla y tomate. Un horror culinario al puro estilo de las empanadas de 1 kilo
donde la cebolla pesa más del 80%.
En
fin, no somos nada. Hasta los científicos dedicados al estudio del sol
amenazaron que nos caería encima una ráfaga ardiente de una explosión solar que
nos podría producir dolores de cabeza, nerviosismo, irritabilidad, agotamiento
y ansiedad. Una cosa nada de extraordinaria porque es casi lo mismo que nos
ocurre cuando tenemos que ir al banco y nos toca una fila que no avanza nunca,
con varios tipos delante nuestro que van cargados con paquetes de documentos y
cheques (léase: obsoleto instrumento de pago) de señoras del sector oriente que
no saben estacionarse, pero que igual van a tener que asumir, tanto el palo que
les van a dar con el cobro del estacionamiento, como la total indiferencia
alcaldicia por tamaño garrotazo.
Respirar,
caminar y tragar saliva es, por ahora, casi lo único que no se cobra en esta
ciudad; un lugar que invita a disfrutarse en bicicleta, pero que no tiene
ciclovías por ninguna parte.
Lo único nuevo que ocurre en
Algarrobo es lo de siempre. Desde el Municipio nos llegan noticias
“alentadoras” de “proyectos” que vienen con fotos de funcionarias con rostros
de modelos de ropa usada y unas sonrisas que tienen el mismo entusiasmo de
quien recita la tabla del 8 y se equivoca en el 8x2.
Ahora,
ad portas de otra celebración del aniversario patrio que NO nos trae a la
memoria ninguna gesta histórica sino que, al igual que la Semana Santa, es
apenas un pretexto para que se alisten unos 600 mil locos del volante (con
mucho smog en las neuronas) para mandarse a cambiar a cualquier parte fuera de
la opresión metropolitana y ese estilo de vida capitalina que consume mucha más
energía de la que entrega. Por eso, es imprescindible salir. El equilibrio de los que pueden es justamente agarrar el
auto, señoras, niños, suegras, perros, gatos y cualquier otro adminículo útil a
la convivencia vacacional, y arrancar a donde sea.
Miles, apuntan a Algarrobo, El Quisco, Isla Negra, El Tabo, Cartagena (que básicamente son lo mismo, pero con distintas marcas y precios de los ingredientes necesarios para las fritangas y salucitas). La gracia (o desgracia) es que este cordón de balnearios está a una distancia de Santiago muy cómoda para ir y volver cada fin de semana. Esto, nos convierte en el sitio preferido de los visitantes estresados, rabiosos e intolerantes, esos que no pueden esperar a que se desocupe un espacio en el estacionamiento del supermercado y simplemente se chantan sin asco en cualquier lugar que NO es estacionamiento…Y si te bloquean…¡Mala cuéa, no más!
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Excelente ¡¡¡ Tal cual ...
ResponderEliminarPor lo mismo, decidí vivir en Toconao. Aquí no tengo problemas. Ah!, el alcalde soy yo.
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