Artículo de
Opinión
Diario El Mercurio. Enero 03, 2019
"¡Qué abismo entre la delicadeza de nuestros poetas
para nombrar la materia, y el desprecio de los chilenos hacia nuestros árboles,
lagos, mares y costas!".
Camino por uno de los litorales
más hermosos del planeta, donde el mar golpea fuerte y una vegetación milagrosa
se encarama entre las rocas, rocas esculpidas por un desgaste milenario y
manchadas por líquenes naranjos. Sobre los arbustos, entre ellos el pittosporum
resistente al viento, se posan pájaros pequeños, uno de pecho amarillo cuyo
canto me deslumbra como deslumbra el sol sobre el mar a esta hora. No puedo
dejar de recitarme a mí mismo esos versos perfectos de Paul Valéry: "Este
techo tranquilo sobre el que marchan unas palomas./ Entre los pinos palpita/
entre las tumbas"... Ese techo, claro, es el mar... pero este mar Pacífico
no es tranquilo, es indomable, intenso como todo lo americano, tan opuesto a
ese mundo clásico, de impronta griega y mediterránea, de Valéry. Aquí todo es
agreste, primario, anterior a la cultura, elemental. Por eso Neruda amaba tanto
esta costa. ¡Y nada más alejado que Neruda de Valéry!
De pronto, después de una
larga caminata, llego a una explanada abierta de tierra, cerca de los roqueríos
más altos, y me dispongo a contemplar la magnífica panorámica que va desde el
extremo de la playa de Punta de Tralca hasta el borde de Cantalao. Pero mis
pies se enredan en papeles, botellas, latas de cerveza, kilos de chaya, y mi
vista desciende y se fija en el basural que cientos de celebrantes dejaron aquí
la noche de año nuevo. Muchos chilenos al parecer comenzaron el año haciendo lo
mismo que venían haciendo en el "año viejo": ensuciando el Edén que
nos fue dado como don, como regalo... Qué paradoja tan grande la de este
"país de poetas". Qué abismo entre la delicadeza, la exactitud de
nuestros poetas para nombrar la materia ("místicos de la materia",
eso han sido), y el desprecio de los chilenos hacia nuestros árboles, nuestros
lagos, nuestros mares y costas. No se puede ni se debe pedir cultura
sofisticada, europea, aquí, pero sí relación cordial y directa con los
elementos, con las hierbas, las plantas.
Gabriela Mistral dijo de sí
misma "yo soy huertera". Los chilenos fuimos huerteros alguna vez...
pero ahora no conocemos ni los nombres propios de los árboles. Violeta Parra en
su canción "La Jardinera" encuentra en su propio jardín "las
flores del consuelo" para su dolor: "Para olvidarme de ti voy a
cultivar la tierra...". La poesía y la medicina popular se alían en esos
versos prodigiosos, como si la palabra fuera también una hierba medicinal:
"para mi tristeza violeta azul/ clavelina roja pa' mi pasión". Miro a
una legión de chilenos y chilenas que padecen de obesidad mórbida y caminan
como "zombies" por su propio jardín que es esta tierra, y que van en
su descenso a la playa tirando los envoltorios de la comida chatarra que los
enferma, y destruyendo el hábitat natural que podría sanarlos.
Intento avanzar entre la
basura que enreda mis pies, y de pronto veo aparecer a una pareja muy joven con
unas bolsas donde van recogiendo la "mugre" (qué palabra tan chilena)
que tiraron otros... No son de la municipalidad, por supuesto. Parecen dos
personajes bíblicos: ella lleva un pañuelo en la cabeza. Podría llamarse María...
Sus miradas son transparentes. Me hacen una clase sobre la riqueza y
biodiversidad de toda esta franja de tierra junto al mar. Me muestran las dunas
convertidas en playas de estacionamiento. "En este lugar hay conchales de
antiguos pescadores recolectores, y especies muy delicadas y que están en
peligro". Hablan con angustia de ese crimen ecológico.
Miro a estos
"recolectores" de veintitantos años que intentan limpiar este vergel
milagroso convertido en basural y me parecen seres de otra galaxia que hubieran
caído en el planeta Desolación. Apariciones que me impiden caer en la
desesperanza. Tal vez son los habitantes del futuro, los recolectores de un
Chile reencontrado con su esencia, que merezca el esplendor de esta tarde, la
fuerza de este mar, la belleza de un cactus florecido y el delicado canto de un
pájaro sobre un pino.
*** ***
La Paja y el Trigo. Una, es una manualidad orgásmica y el otro sirve para hacer pan.
ResponderEliminarEsto es cierto, ¿Pero como se combate el legitimo animo de celebrar, gritar y bailar por a para recibir un nuevo año en un entorno mágico de la Provincia de San Antonio y por otro lado no destruir o obstaculizar o descuidar ese entorno?. Mi respuesta es muy clara con dos concepciones:
ResponderEliminar1.- El entorno nos es para ser usado, eso se debe entender, el entorno nos recibe tal y como es para celebrar. Entonces solo la irracionalidad de los celebrantes destruye lo que lo acoge. Esta irracionalidad es dada por creer que el desenfreno y alegría ficticia apoyados por innumerables productos,(cotillones, entre otros)les permitirá tener asegurado un futuro año nuevo de felicidad.Solo parafernalia, solo parafernalia que no tiene sentido humano real.
2.- Se debe entender que el modo de celebrar en esos entornos se debe mejorar, debe desarrollar otros modos de expresión que no sea el desenfreno miedoso. Por ejemplo: Bailes, música, chistes, tallas, encuentros, disfraces, osea, creatividad. Pero no, cada uno hace lo que quiere pero terminan haciendo todos lo mismo. Una Estupidez, al final nadie recuerda ese año nuevo en si mismo, solo lo recuerdan las ventas que se han producido, el destrozo dejado y la sensación de que se celebro junto a otras personas pero igual en solitario. Otra estupidez. En un concierto u opciones de ese tipo las personas lo pasan increíblemente mejor en sus celebraciones.La Provincia de San Antonio,lugar increíble para celebraciones humanistas y humanas. (Es una opinión)
Lo dicho por Alien: la paja y el trigo no sirven para lo mismo
ResponderEliminarEcoterrorismo de estado !!!
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