Por Pablo Salinas
François Gervais nació en Francia en 1945. Se tituló y obtuvo su doctorado en Física en la Universidad de Orléans. Gran parte de su carrera como científico la ha realizado en la Universidad de Tours, en el centro del país, donde, junto con su labor docente, ha destacado en el campo de la investigación. Sus publicaciones en prestigiosas revistas suman más de 200. Obtuvo el premio Ivan Peychès de la Academia de Ciencias francesa, por su estudio de los superconductores. Ha integrado equipos de trabajo junto a científicos de la talla del suizo K. A. Müller y los alemanes G. Binnig y J. G. Bednov, todos galardonados con el Nobel de Física. En la actualidad, profesor emérito en Tours, se mantiene plenamente activo, habiendo derivado en la última década su foco de interés hacia un campo álgido, el del cambio climático. Más específicamente, la influencia del CO2, dióxido de carbono, en un eventual trastorno en las temperaturas del planeta.
Tras intervenir entre 2011 y 2012 como voluntario en la revisión del informe AR5 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC, su sigla en español, IPCC, en inglés), en 2013 publicó un libro que hizo que su figura alcanzara en su país una mediatización desconocida durante todos sus años como investigador científico de primer nivel: “La inocencia del carbono”. En este, expuso sus serias y más que razonadas dudas respecto a la real incidencia del cuestionado dióxido de carbono en la, según el criterio de los expertos de la ONU, alarmante alza térmica de la Tierra.
Por cierto fue refutado. Sin embargo, sus sólidos conocimientos y su aún más sólida metodología científica no permitieron generar mayores trizaduras en su discurso. En octubre pasado, publicó su segundo texto sobre la materia, “La urgencia climática es un engaño”. Las puertas de los medios esta vez quizá no se le abrieron con tanta facilidad como en 2013. Pero ahora, su canal de mediatización encontró en Youtube un gran aliado. Cada una de sus más recientes presentaciones colgadas de la red acumulan cientos de miles de visitas, propiciando un rico, intenso y acalorado debate. Por desgracia, hasta ahora, practicamente nada de todo este material se encuentra disponible para público no francófono.
Portada de su libro |
En un ambiente que podríamos definir de cierta hegemonía ideológica, incluso algo sofocante, ¿qué lleva a un hombre de ciencias como usted a cuestionar, incluso contradecir, la tesis del calentamiento global producto de la emisión de gases de efecto invernadero?
Con una concentración en la atmósfera entre 1 y 5% en volumen, el vapor de agua es el principal gas de efecto invernadero. Y por fortuna, sino el planeta sería demasiado frío para ser habitado. El dióxido de carbono, CO2, queda muy atrás con una concentración de apenas 0,04%. Es efectivo que esta ha aumentado en 0,01% en el último siglo, en directo beneficio de la vegetación y las cosechas, siendo el CO2 su alimento tan indispensable como irremplazable.
Todo gas conformado al menos de dos átomos distintos, hidrógeno y oxígeno para el vapor de agua, carbono y oxígeno para el CO2, absorbe radiación térmica, en este caso la de la Tierra, a frecuencias precisas, 20 y 70 terahertz en el caso del CO2. En estas dos frecuencias, el CO2 atmosférico alcanza prácticamente el máximo de absorción posible, de manera que el efecto no puede sino resultar menor, del orden de 0,2°C suplementario, de aquí a cincuenta años al ritmo actual de las emisiones. Este débil calentamiento es coherente con el aumento de 0,4°C de la temperatura media de la Tierra desde 1945, año que marca el inicio de las aceleraciones en las emisiones. Una porción de este aumento de 0,4°C corresponde a la variación natural del clima.
Cuando se habla de asuntos tan complejos como el cambio climático, a la mayor parte de la gente no nos queda más que mirar de lejos con la esperanza que atrapar alguna prueba que nos aclare algo el panorama. Pareciera que estamos ante un asunto de la “gran ciencia”. En este sentido, me imagino que hace 180 años Daguerre pudo haber hablado mucho respecto a la factibilidad de reproducir artificialmente las propiedades de la retina humana; incluso el mismo Einstein pudo hablar de sus teorías de gran complejidad. Sin embargo, Daguerre puso ante las narices de sus contemporáneos papeles que efectivamente reproducían la realidad, y Einstein también tuvo su eclipse para disipar dudas. En resumen, ¿no se puede acaso reproducir de alguna forma, “a escala”, el principio de la tesis del calentamiento producto del CO2?
La experiencia de Wood de 1909 comparando dos materiales, el vidrio y el cloruro de sodio y su efecto invernadero, es poco probatorio y ha sido criticado con justicia posteriormente. En cambio, la casi saturación del efecto “invernadero” del CO2 fue demostrado por Angström antes de 1900, lo que llevó a Arrhenius a revisar a la baja sus predicciones en 1906. Desde que existen las mediciones por dispositivos puestos en satélites, la evolución del espectro infrarrojo de la atmósfera a 10 kilómetros de altura -altura promedio en la cual el CO2 contribuye a emitir radiación al espacio-, ha sido hasta ahora demasiado débil para ser medible, al menos con la precisión deseable, confirmando el aumento menor de la temperatura desde 1945.
En sus presentaciones, muestra gráficos bastantes elocuentes. A fines de este año Chile recibirá la COP25, la cumbre mundial para debatir en torno al cambio climático. Considerando que si Francia, incluso toda la Unión Europea, mantuvieran sus políticas de reducción de emisión de CO2 el impacto global sería prácticamente imperceptible, ¿qué sentido ve usted en que economías más chicas, como la mayor parte de las latinoamericanas, busquen hacer algo parecido respecto a sus emisión de CO2?
En efecto, Francia no es responsable más que del 0,9% de las emisiones mundiales de CO2, y Europa del 10%. Los principales países emisores son China, seguida de EEUU y de India. El informe AR5 del GIEC concluye en una sensibilidad climática transitoria comprendida entre 1°C y 2,5°C. La Tierra se calentaría en una temperatura dentro de este margen de un nivel de incertitud demasiado grande para el diseño de una política fiable, al momento en que el CO2 aumentara el doble su presencia en el aire.
Europa se flagela con un “paquete clima” en vigor desde 2009 y que consume cerca del 20% del presupuesto europeo, tendiente a reducir las emisiones en un 20% de acá al 2020. No ha, de hecho, reducido más del 10%. ¿Cuál ha sido el impacto en el clima? Entre 2 milésimas y 6 milésimas de grado Celsius, tomando el criterio de sensibilidad climática del GIEC, no obstante notoriamente exagerado. Para Francia, esas cifras caen a 0,0002 – 0,0006°C, irrisorios. El impacto sería del mismo orden, incluso menor, para la mayoría de los países de América Latina. ¡En tanto que el 90% de los otros países no se sienten listos para sacrificar su economía a la ideología “carbonocondríaca”!
Impresionante. Entonces muchas preguntas¿ existe cambio climatico por calentamiento global? Y si lo hay ¿ Porque o que lo esta produciendo si no es CO2? ¿ La evidencia que presenta es fiable?¿si existe deforestacion existe mas CO2 entonces? y si existe cambio climatico por efecto invernadero ¿ que lo produce o es un ciclo normal del sistema terrestre, pero que esta vez somos concientes o sabemos mas?Muchas preguntas, entonces sentido comun sera y seguira siendo nuestro sosten de adaptabilidad. Es una opinion.
ResponderEliminarPatricio,
ResponderEliminarPor desgracia, tal como lo menciono en la nota, podría asegurar que el grueso de los documentos redactados por Gervais, libros y artículos, donde expone su punto de vista de manera profunda y pormenorizada, no tiene versión en español disponible. En la red hay varios videos de charlas y entrevistas televisivas donde el científico desarrolla su aproximación de manera especialmente amena y sencilla -tratándose de un asunto de complejidad como el tratado- pero todas en francés; esta cualidad suya, me parece, ha generado en su país un fenómeno particular.
Gervais, en cualquier caso, tal como sí lo alcanza a decir en la breve entrevista que le hice, descarta un aumento de consideración en las temperaturas del planeta, a escala global, sino un alza menor, que escapa apenas de un fenómeno que se podría considerar natural dentro de un asunto, como el clima planetario, que lejos de mantenerse estático, contiene un factor de dinamismo y flutuación que quizá muchas veces se deja un poco de lado.
Respecto a la evidencia a la que él echa mano, esta no recibe mayores cuestionamiento por parte de sus detractores -se trata de alguien formado bajo una estricta formación científica; además, investigador de sobradamente sólida carrera de más de 50 años-.