Por Susana Wiener
Ayer fue un día muy complicado. Mi cocina está en estado grave luego de 14 años de ininterrumpido servicio. Un quemador valga la redundancia se quemó. Inservible. Lo pegué pero todavía no sé si resistirá el calor de la llama. Tomo mi computados para buscar el servicio autorizado Bosch, mi cocina es alemana.( No sé en qué país subdesarrollado la habrán fabricado) y ¡sorpresa! el computador se fue a celeste.
Llamo a mi simpático técnico/actor. El Computín. Tráemelo me dice. Son las 19.00 horas. Está oscuro. Me decido y saco el auto y clandestinamente luego de 4 meses y días salgo a la calle. Que miedo. Me doy cuenta que no he olvidado como manejar.
Me invade un terror increíble. Me siento como un reportero de guerra en Kosovo. Siento las balas y cañonazos silbar sobre mi cabeza. Veo el humo por todas partes. La gente corre a refugiarse donde puedan entre las ruinas. Temo que los rebeldes se acerquen a mí con armas químicas en sus manos (el Covid 19). Una pesadilla.
Pero no. Estoy en Algarrobo. Y es solo la increíble sensación de volver a salir a la calle. Encontrarse en un lugar ya tan poco familiar. Todo parece tan distinto. Pero vuelvo a la realidad y voy reconociendo las calles que antes de la pandemia recorría tranquilamente.
Hoy fui a buscarlo, el computador. Mascarilla, anteojos, guantes de goma. Lo recibo en una bolsa previamente desinfectada. Llego a mi casa, lo saco con guantes, lo desinfecto con alcohol gel. Por todos lados. Desinfecto la bolsa y la dejo al sol. Me lavo las manos haciendo mucha espuma.
Me siento agotada. Mis manos parecen lijas por tanto lavado frecuente.
Falta poco dicen algunos. Falta mucho dicen otros. Quién sabe.
Al futuro no le gusta que lo adivinen.
Entretenido comentario en momentos difíciles....y que seguro muchos hemos vividos otros parecidos
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