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viernes, 27 de agosto de 2021

 CHILE: ENTRE EL DERECHO, EL DELIRIO Y LA INCONSCIENCIA. Opinión


Por Alien Carraz

Los presidentes
, son apenas un eslabón más en la gruesa y larga cadena del poder. Aquellos, los que tienen obligaciones de partido, pactos, compromisos y otras componendas, someten su alma de caudillo a los dictados de la cúpula y sus socios.


Los otros, los que pregonan independencia y vaticinan gestas heroicas en su mandato, terminan acomodando sus ideales bajo la inmisericorde tiranía de los intereses y las conveniencias.

Los populistas, una vez instalados en palacio, se dan cuenta que el tal “pueblo” no es más que una utopía, una quimera, una cosa cargante y turbulenta que pide, pide y pide, como guagua con hambre, a los gritos, con protestas (hoy encumbradas en nivel de estallidos) y no para de pedir de aquellas cosas que parecen propias del bien común y que, sin embargo, se terminan transformando en espejismos, como la lógica, el sentido común, la igualdad ante la ley o la propia justicia.
Así, Piñera se encargó de hacer apología con promesas incumplidas y soltó el carro por la barranca hasta dejarnos sumidos en el desmadre y la indefensión. Haciéndose pasar por el campeón de la pandemia, el fondo de su gestión fue ahondar en las desigualdades, desoír el ambiente perverso, el contubernio y la convulsión extremista enquistada en los pueblos originarios, desnaturalizar la justicia, desvalorizar (por intereses económicos) la lucha en contra del cambio climático, abrirle las puertas al narcotráfico y a la delincuencia, degradar la autoridad y el accionar de carabineros y de paso abrirle las compuertas a la inmigración desaforada de una escuela de pillos feroces colados entremedio de la gente buena-gente que venía en la búsqueda del paraíso en la tierra de los jaguares de América...(¿?)

Recuerdo que yo, como el más ingenuo de los ingenuos, hasta escribí una carta para este medio pidiéndole a Piñera que se encumbrara en la historia en vez de la plata, el compadrazgo y las conveniencias.

La escuela del crimen ha hecho su agosto en Chile con toda la gama de aquellos horrores que son pan de cada día en las ciudades más peligrosas del mundo: Portonazos, moto-chorros, sicarismo, tráfico y fabricación de estupefacientes, secuestro de menores, crimen organizado, etc.

La debilidad de Estado que ha profundizado este gobierno, ha permitido que todas las pesadillas tengan un espacio donde desarrollarse en Chile. Las consecuencias evidentes están a la vista, pero hay otras que se van enquistando en la moral de la gente (¡de toda la gente!) y que terminan por relativizar hasta los mandamientos. Del 1 al 10... ¡No Matarás!, sería como el único verdaderamente grave que una mayoría de nuestros enmascarillados compatriotas no se atrevería a incumplir. Del resto !ahí ve tú!, todo es subjetivo.

Causa una profunda amargura ver como Chile se ha ido degradando en el mismo ritmo que se ha ido enrejando, llenándose de temores, desconfianzas, retrayéndose en sus casas, alejándose de la comunicación real y adentrándose de lleno en las relaciones virtuales que promueven el mundo imaginario, el de la mente desatada que da por asentado lo que se cuchuchea en el whatsapp o lo que se twittea a las carreras o lo que, con una liviandad de telenovela, se “informa” en los noticiarios con imágenes que se repiten mil veces (en medio de tandas comerciales) como si retorcernos las tripas o conmocionarnos hasta el horror fuera el medio más eficaz para vender lavalozas o champú para la caspa.

Vivimos instancias en medio de lo aparente, pero con el mismo poder emocional de lo real. Es decir, nos tocan la fibras aquellas cosas que no son ciertas porque tenemos las emociones y la imaginación en punto de histeria, puestas en cualquier parte y listas para tragarse cualquier cosa.

Una dama, con un pensamiento, quizás poco académico, nos suelta una frase que dice mucho sobre la falta de raíz en las relaciones humanas entre las personas y que tiene correspondencia con el afán hipnótico que provocan las redes sociales: “Hoy en día, la amistad entre la gente está pegada con un moco”.

Algunos de los llamados “presos políticos del estallido”, una hipérbole de la izquierda panfletaria que le sirve para esconder la mano que tira las piedras, las bombas, los balazos y todo lo demás, agredieron hace unas semanas al candidato presidencial Gabriel Boric en una visita suya a la cárcel.

Resulta extraordinario ver la desfachatez de estas personas que están privadas de su libertad por delitos reincidentes, con condenas previas y formalizados por un sin fin de actos violentos y criminales, además estar identificados como los incendiarios de la iglesia institucional de Carabineros y una estación del Metro.

Estos sujetos tienen cuentas pendientes con la justicia porque han agredido, asaltado y amenazado de muerte a ciudadanos que nunca les hicieron nada, a ciudadanos absolutamente ajenos a su ámbito y a sus delirios salvajes.

Personeros del partido comunista y el séquito de delincuentes que apadrinan, acusaron a Boric de “ir a la cárcel a burlarse de ellos”.

Los políticos (de cualquier ámbito) deben estar más que seguros, que nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes con mascarilla o sin ella, somos los bobos más ingenuos del mundo, a los que se nos puede endilgar cualquier bazofia de quinto enjuague o que, en nuestra cara, pueden defender las causas más impresentables del mundo. Incluidas las de estos “presos políticos”, como Luis Castillo Opazo, por ejemplo. Así, nos relatan sin el menor empacho, que estas detenciones “son la consecuencia de una magnificación por parte del Estado, porque en realidad ellos se estaban defendiendo de la agresión de carabineros”.

Castillo, además de estar acusado por ataque y daños graves a la propiedad durante el estallido, es inculpado por robo en lugar no habitado y también registra condenas por hurtos, lesiones y robos con violencia; delitos por los que fue sentenciado a 10 años de cárcel en 2007...

¿Pobrecito preso político?

La otra “víctima de carabineros y del Estado chileno” es Alen Huenucoy Arteaga, la que con 21 años encima fue detenida por saqueo a un supermercado y en su domicilio se encontraron especies avaluadas en $ 650.000 procedentes de dicho establecimiento, más 500 gramos de diferentes tipos de drogas. Los antecedentes de esta señorita señalan: delitos por porte de armas, lesiones y robo con sorpresa...

¿Pobrecita presa política?

La manifiesta debilidad e incompetencia de Estado es también el caldo de cultivo perfecto para que el oscurantismo de medio pelo se haga campeón con una vulgaridad violenta que pasa colada porque los “políticos de escuela, educados en la élite” no han dado el ancho y les han dejado el corredor abierto a la ralea de esta especie, a tal punto que estamos ad portas que estos mismos delincuentes condenados por los delitos señalados sean caratulados como “presos por el estallido” y entonces sean beneficiados con indulto.

El Sr. Boric, el Sr. Sichel, la Sra. Provoste o quien sea, tendrán que contener sus anhelos populistas (por muy legítimos que sean) y concentrar su vocación e inteligencia en las urgentes necesidades reales y verdaderas que nos tienen en el filo del abismo, entre la mentira y el espejismo, justo en el lugar donde se instalan y se santifican los estallidos.

Hablar de “empatizar con su rabia”, lo expresado por Boric sobre “... ¡Quémenlo todo!”, la arenga al volado llena de dolor y frustración de Fabiola Campillai, víctima de la brutalidad que engendra un estallido salvaje y pendenciero en manos de unos y otros, es la reacción emocional de cualquier persona frente a un resultado brutal de una lucha sin cuartel, a tontas y a locas, donde todos le apuntan a todos y salirse de madres es la opción más lógica e incontenible.

Los locatarios del barrio Lastarria nos cuentan que la turba hizo pedazos sus talleres y todo lo que encontró a su paso, mientras ellos, artesanos y clase obrera, no pudieron hacer nada por contenerlos.

La turba, es el ejercito ignominioso de la delincuencia y los peones útiles del descontento teledirigido que apuntan a golpear, romper y quemar todo lo que tienen enfrente porque, sencillamente, no tienen conexión ninguna con las necesidades de la ciudadanía sino solo con un propósito que se encargan muy bien de hacerlo parecer como algo que nace del “descontento, la rabia y la frustración del pueblo”.

1 comentario:

  1. Chile existe?... quizás ud tiene una idea de un país... Chile no existe, cada uno se salva como puede, ese es el legado que nos dejaron, y ese legado no puede ser llamado sociedad. Ud, peca de ingenuo, y trata de hilar muy fino: la delincuencia (que es lo mismo que corrupcion) es algo estructural, algo que se inculca desde el Estado, y desde el empresariado, está en todas partes de nuestra sociedad, desde las juntas de vecinos, pasando x juntas de padres, sindicatos, directorios, hasta la misma presidencia de la republiqueta que ud cree que es un pais. Chile como lo es tal, solo a llegado a ser lo que es x medio de asesinatos y vioaciones, y corrupcion desde las mas altas esferas... las turbas y la delincuencia callejera, se eclipsan frente a los actos aberrantes del Estado, sus agentes, y frente a los poderes económicos. Nada pasa porque sí.

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