COLUMNA DE CAROLINA VÁSQUEZ ARAYA.
En los países en desarrollo suele suceder que las autoridades decidan las políticas públicas sobre la base de conveniencias de sectores afines.
Esta manipulación de las prioridades se realiza, por lo general, sin tomar en cuenta información estadística o investigaciones sociales serias y comprobables, lo cual equivale a diagnosticar y proponer tratamiento sin tomarse la molestia de auscultar al paciente.
La investigación de las cifras que definen el perfil real de la sociedad en todos sus aspectos, como se intenta hacer con los Informes de Desarrollo Humano de la ONU, es una actividad en la cual se basa la mayoría de las decisiones importantes para una nación.
Pero a veces esta investigación no existe, o si algo de ella se encuentra, buscando de dependencia en dependencia, lo más probable es que esté caduca, incompleta o —para colmo de males— incorrecta.
Por eso los analistas políticos, así como los eruditos del campo económico ávidos de opinar sobre el futuro —incluso los políticos que proponen acciones para componer algunos de los innumerables problemas que aquejan a la población— adolecen de una tremenda falta de especificidad en sus análisis y estrategias. Dicho de otra manera, disparan con perdigones por si acaso de repente le atinan al objetivo.
La falta de información oficial confiable es un problema serio. Más que eso, grave. Afecta no solo cualquier proyección de acciones concretas, sino también toca una parte sensible de la soberanía nacional, desde el momento en que no existe base contra la cual confrontar los datos manejados por las instituciones financieras y organismos internacionales, quienes realizan sus propias investigaciones y cuyos informes constituyen la base de discusión en las mesas de negociación en donde se dirime el futuro del tercer mundo.
Aunque no fuera más que por esto, valdría la pena poner atención al tema de las estadísticas oficiales y al manejo correcto y técnicamente confiable de los datos de los cuales dependen decisiones de tanta trascendencia como la política fiscal, la asignación de recursos para los servicios de educación, salud y vivienda, y las estrategias cuyo objetivo es captar la inversión extranjera. La búsqueda de precisión en las cifras de cualquier país es un tema de la mayor urgencia.
Los resultados de estas investigaciones constituyen la base para el diseño de una plataforma estratégica coherente con la realidad de un país, y menos especulativa respecto de sus posibilidades reales y específicas de desarrollo económico y social.
Según cálculos de informes de organismos internacionales y de gobiernos locales respecto de niveles de analfabetismo, crecimiento demográfico, aumento de la incidencia del sida, mortalidad infantil, abortos clandestinos, drogadicción y escasez de agua, da la impresión de que los países de nuestro continente y aquellos otros que nos acompañan en el amplio sector tercermundista nos encontramos frente a un constante engaño estadístico.
La realidad siempre es otra y por ello, en sociedades tan extremadamente complejas, la información ajustada a la realidad viene a ser un recurso vital para que las autoridades y los grupos de decisión sepan cuál es la verdadera topografía de este terreno oscuro e inestable por donde transitamos.
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