Por : Ana Luz Durán,
decana Facultad de Educación U. San Sebastián.
Hace algunos días la UNESCO dio la voz de alarma acerca de una crisis mundial de escasez de docentes, afirmando que se necesitan más de 50 millones de profesores para lograr la educación básica universal. A nivel local, Elige Educar en 2021 evidenció un déficit para 2025 de más de 26 mil docentes que afecta a las distintas disciplinas y a la educación parvularia.
Han pasado años y seguimos dándonos vuelta en el diagnóstico sin entregar alguna solución. La conclusión es clara, la implementación de la Ley de Desarrollo Profesional Docente no ha sido suficiente y las situaciones de violencia complejizan la situación. Sin duda que la mayor selectividad era necesaria, así como la instalación de la carrera docente y acreditación obligatoria como mecanismo de aseguramiento de la calidad, pero estas medidas han tenido como correlato una disminución en la admisión a pedagogías. En 2012 había 96.091 estudiantes de pedagogía a nivel universitario y en 2021 fue de 69.775 (Sies, 2022), lo que implica una disminución de un 27,3%
Las discusiones se estructuran en fortalecer las mentorías, en eliminar o posponer la evaluación docente, entre otras, pero ¿alguien se imagina a un joven pensando que va a estudiar pedagogía porque va a tener una mentoría? Es el momento de dejar de darnos vueltas, las condiciones de desempeño son claves, más horas indirectas, considerar acompañamiento en salud mental permanente y mejorar sustantivamente los sueldos, acelerando el avance en la carrera docente sin tener que esperar que se cumplan rígidos períodos de años. Eso además favorecería a los profesores talentosos.
A sólo días de la conmemoración del Día del Profesor en Chile, la mejor celebración hacia los docentes sería una política pública con sentido de realidad, con cariño por la función formativa y a la altura de los nuevos desafíos educativos.
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