Por Pablo Salinas
Ayer, a través de la prensa, se dio a conocer la noticia de la imagen: el condominio San Alfonso del Mar anuncia inicio de obras de reparación del muro que separa la laguna artificial de la playa, afectado por las marejadas. La acción del mar, particularmente durante el invierno de 2022, socavó de manera notoria y, todo indica, también importante, la estructura, haciendo desaparecer, de hecho, un extenso segmento del paseo peatonal costero. Los escombros, tras más de un año y medio, todavía permanecen repartidos por la playa.
Este intento por salvar la que algún día fue la laguna artificial más grande del mundo parece desesperado y absurdo, toda vez que aspira a contener con más cemento un fenómeno mayor de la naturaleza, como son las mecánicas y ritmos propios del océano. Desde la administración del complejo inmobiliario se asegura que estos trabajos no requerirían ingresar al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental -SEIA-. Lo cual, por cierto, es falso. Una actividad de este tipo transgrede claramente la ley 19.300. Para que a todos nos quede claro: es el artículo 10 de esta ley el que entrega las tipologías que señalan la obligación de someterse a la evaluación ambiental, y en éste hay una que coincide plenamente con lo que se pretende hacer con el murallón de San Alfonso: el literal p. Textual:
p) Ejecución de obras, programas o actividades en parques nacionales, reservas nacionales, monumentos naturales, reservas de zonas vírgenes, santuarios de la naturaleza, parques marinos, reservas marinas, humedales urbanos o en cualesquiera otras áreas colocadas bajo protección oficial [...]
La zona en cuestión se emplaza precisamente dentro de un área de protección, una zona de protección de borde costero -ZBC3-, según el plan regulador intercomunal. Además, bien se podría interpretar que las obras podrían vulnerar algunos de los aspectos mencionados en el literal s), que apunta a eventuales alteraciones a los humedales, considerando el humedal San Gerónimo, colindante con ese sector del complejo inmobiliario.
A casi 3 décadas de su construcción, hoy queda en evidencia cuán errado e imprudente fue San Alfonso del Mar como propuesta urbanística. Mínimo es exigir ahora que las obligadas maniobras para intentar contener los embates de la naturaleza se hagan sin trampa, respetando las reglas del juego.
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