Por Pablo Salinas
Desde hace casi una semana, nuestra comuna hace noticia a nivel nacional por un escándalo financiero al interior de la municipalidad. Al principio, jueves pasado, la cifra rondaba los 200 millones; hoy ya supera los mil millones, platas del presupuesto municipal que fueron traspasadas a cuentas de privados, las que pertenecerían, además, a familiares del alcalde. Monto acumulado desde marzo a la fecha, y la revisión financiera sigue avanzando. Un escándalo no solo por la naturaleza misma del asunto, sino por la forma cómo han enfrentado la situación las autoridades responsables.
Partiendo, ciertamente, por el alcalde, José Luis Yáñez. Esta mañana, tras revelarse la nueva cifra del desfalco, dos de los seis integrantes del Concejo le pidieron a Yáñez que "diera un paso al costado", en rigor, que evaluara la posibilidad de hacerlo. Y, claro, como ha sido la tónica durante los siete años de su gobierno, a este "ingeniero comercial aficionado al deporte", como reza en su twitter, le costó despegar los ojos de la pantalla o de su computador, o de su celular, mientras se le hablaba.
Días atrás, cuando se le preguntó por su vínculo con la funcionaria que habría hecho los traspasos ilícitos de dinero, respondió que éste se limitaba a haber salido juntos dos o tres veces, "como con cualquier persona", en circunstancias que su relación afectiva de años es públicamente conocida. Un señor que ya llegó a los cincuenta, que declara una "vasta disposición" para el trabajo comunitario, pero que nunca aprendió algo tan básico, tan esencial, como mirar a los ojos mientras dialoga con los vecinos, en señal de atención, de interés, de respeto. Un señor ya grande que nunca aprendió, en el fondo, a crear relaciones, humanas, y particularmente de trabajo, en base a la confianza, la franqueza, el respeto.
Una comuna como Algarrobo, con una historia, una tradición, una identidad tan rica como Algarrobo, merece más que eso. Mucho más.
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