Por Pablo Salinas
Tras el temporal de lluvia y, sobre todo, viento, la suerte de nuestros humedales es desigual. El cuerpo de agua de Tranque Roto experimenta un aumento significativo, invadiendo zonas que habitualmente permanecen secas. Logro ver durante una corta visita esta mañana, algunos de sus moradores: la rara, infaltable, acicalando su plumaje al sol; los jergones, algo huidizos; y el pidén, que reaparece, siempre vivaz, comiendo y nadando entre las ramas.
San Gerónimo y El Membrillo, por el contrario, vuelven a desaguar en el mar, por lo que sus cuerpos de agua dulce que se habían acumulado desde el último temporal de fines de junio, decrece notablemente. El desagüe, producto de la pasada intervención de sus barras de arena, genera una corriente y algunas especies remontan aguas arriba en busca, quizá, de mayor tranquilidad o de alimento. Me parece que las garzas sí encuentran un buen lugar para almorzar del otro lado del puente, hacia el oriente. Una grande -Ardea alba- y una chica -Egretta thula- exhiben sus níveos plumajes, poco preocupadas por mi presencia, concentradas de lleno en extraer insectos acuáticos con sus picos.
Es muy raro, porque no son nuestros humedales. Son los humedales. Ahora si se quiere decir que decir "nuestro" ayudara a cuidarlos, es irracional. Para cuidarlos o preservarlos o contemplarlos es de calidad moral, de sentido común y no legal.
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